GUILLERMO LUIS COVERNTON

Propuestas de estudio del Dr. Guillermo Luis Covernton: Economía – Políticas Públicas – Libertad – Humanismo Cristiano

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Compromiso ambiental y crecimiento sostenido. Un problema dinámico.

Publicado en Revista Cultura Económica Año XXXVI  N°96 Diciembre 2018: 77-94

Resumen: Este trabajo analiza los problemas que se generan por la interacción del
hombre con el ambiente con el correr de los siglos y ante el crecimiento poblacional.
La discusión que esto genera sobre los derechos individuales, la propiedad, la
interferencia gubernamental y su incremento impone la necesidad de generar un
marco doctrinario aceptable, consensuado y lógico, que lo regule, preservando la
autonomía de la voluntad y considerando la evolución y el progreso tecnológico.
Asimismo, menciona diferentes aportaciones relevantes de diversos autores. Y la
evolución del pensamiento económico.


Palabras clave: Ecología; Acción Humana; Desarrollo; Derecho


Abstract: This article analyses the problems generated by the interaction of man
with the environment over the centuries and with population growth. The discussion
that this generates about individual rights, property, government interference and
its increase imposes the need to generate an acceptable, consensual and logical
doctrinal framework that regulates it, preserving the autonomy of the will and
considering the evolution and technological progress. Likewise, the article mentions
different relevant contributions of various authors in the course of the evolution of
economic thought.


Keywords: Ecology; Human Action; Development; Sustained Growth; Law

I. La actividad del hombre y su impacto
Las ideas que hablan sobre un posible impacto negativo de la actividad
de los seres humanos en la tierra tienen una antigüedad similar a la de
la ciencia económica. Existen muchas teorías que han sostenido y
algunas que, aún hoy en día, sostienen la posibilidad de un colapso
catastrófico de la población mundial a causa de los efectos de la

 Recibido: 08/11/2018 – Aceptado: 10/12/2018

actividad del hombre. Malthus advertía que podían existir limitantes
de la evolución de la humanidad hacia la felicidad. Y se refería a una
gran causa, unida íntimamente a la naturaleza del hombre. En sus
palabras: “La causa a la que aludo es la tendencia constante de toda
vida a aumentar, reproduciéndose, más allá de lo que permiten los
recursos disponibles para su subsistencia” (Malthus, 1998: 7). Está
claro que esta cita, que data de 1798, no era, de ninguna manera, una
posición incontrovertible ni compartida por algunos de sus
contemporáneos. Incluso autores bastante anteriores, ya sostenían la
posición contraria.
Spiegel, (1996: 161) refiriéndose a William Petty, (1623-1687),
destaca que sus criterios económicos eran independientes de los
prejuicios de la época, dándole una gran importancia al crecimiento de
la población como fuente del aumento de los ingresos. A su juicio, el
crecimiento poblacional contribuiría a licuar los gastos del estado, que
según decía, no crecían en la misma proporción. Además, enfatizaba
que una mayor población obligaba a mayores esfuerzos y también a
una creciente especialización y enseñanza de oficios y técnicas. En sus
estudios, veía al crecimiento de la población como la solución a los
problemas nacionales.
Por su parte, Spengler (1998: 3) reconocía que la idea de que el
excesivo crecimiento poblacional podía reducir la productividad por
trabajador, deprimir el nivel de vida de las masas y generar conflictos,
era de tal antigüedad que aparecía en trabajos de Confucio y otros
filósofos de la antigua China.
Todas estas teorías se deben enfrentar hoy con la evidencia
incontrovertible de que la población mundial ha crecido mucho más
allá de lo esperado por aquellos autores, provocando hasta ahora unos
niveles de prosperidad nunca imaginados. De acuerdo con el United
States Census Bureau, las estimaciones más bajas acerca de la
población mundial 10.000 años antes de Cristo ascienden solo a 1
millón de seres humanos, y las estimaciones más altas hablarían de 10
millones. En la actualidad, la población mundial está cerca de los
7.500 millones de seres humanos según el reloj de población del

mismo organismo. (United States Census Bureau, 2018: disponible en
línea). Es impensable imaginar que semejante salto poblacional,
acompañado por la producción que ha sido necesario desarrollar para
mantener con vida a una masa poblacional de tal magnitud, que
además ha mejorado sus niveles de prosperidad en forma
astronómica, podría haberse logrado sin que la actividad productiva
del hombre generara impacto ambiental.
II. El enfoque ecologista o de desarrollo sostenible
En los últimos 50 años, como mínimo, las actividades de producción
de bienes y servicios se han visto influenciadas, en la toma de
decisiones empresariales, por lo que se podría denominar, el “enfoque
ecologista” o de “desarrollo sostenible”. Es decir, la preocupación
sobre la sostenibilidad de la actividad productiva, toda vez que la
actividad humana en la tierra implica un impacto sobre el medio
ambiente. Pero, según algunos autores, estas preocupaciones, que en
algún grado son legítimas, generan una influencia perniciosa en el
debate político, la agenda gubernamental y el enfoque del gobierno,
incluso en el tamaño del propio gobierno. Para Seldon:
Democratic government has been inflated by political oversensitivity to exaggeration, rumour and confusion on the risks of
environmental damage […] The fallacies in the extravaganzas of
the environmentalists are mainly five: exaggeration of the
evidence, questionable deduction, the confusion between
inherent risks (in food or medicines) and amounts or doses,
neglect of the cost of prevention, and the allocation of surmised
benefit over the unknown generations (Seldon, 2005: 114).
Incluso va más allá al afirmar que el argumento ambientalista en
favor de medidas de emergencia en el siglo XXI es tan falaz como el
pánico poblacional de Thomas Malthus a principios del siglo XIX. Y
que tiene similares elementos de influencia sobre la ansiedad del
público: advertencias plausibles, pero insustanciales, sobre el riesgo
de daños severos para la humanidad. Seldon considera que así como
Malthus subestimó la tasa de innovación tecnológica, los

ambientalistas de hoy en día pasan por alto el poder de un inesperado
pero probable avance científico para descubrir nuevos tratamientos
que prevengan sus peores escenarios imaginables y hagan innecesario
equipar al gobierno con mayores poderes para influir sobre el accionar
individual.
Actualmente vemos la proliferación de regulaciones e incluso un
movimiento que algunos han calificado como de “sobre-legislación”.
Se pretende regular la contaminación, la degradación del medio
ambiente, la influencia de sistemas de producción sobre las especies
silvestres y la biodiversidad. Esto genera toda una batería de
preocupaciones sobre riesgos supuestos, incluso no probados y hasta
indemostrables, originados en el uso de substancias que no son del
todo conocidas, o que ni siquiera existen en la naturaleza, sino que han
sido sintetizadas y muchas veces diseñadas por el hombre. También se
busca influir y limitar la interferencia humana, y la aplicación de
métodos científicos modernos en la selección y el diseño de
organismos vivos, alteraciones genómicas, transgénicos y
cruzamientos con diferentes objetivos productivos y económicos.
Sin embargo, muchas veces se generalizan los efectos nocivos de
ciertas prácticas, y se desconoce su impacto positivo en el ambiente.
Por ejemplo, la cría de cruzas de surubí que no se dan en estado natural
logra darles vigor híbrido y mayor peso y tasa de crecimiento; la
introducción de genes de especies silvestres o incluso ornamentales en
cultivos industriales de oleaginosas se emplea para darle resistencia a
esquemas de combate químico de malezas. Otro caso es el de la
incorporación de genes de bacilos a híbridos de cereales, capaces de
matar instantáneamente a los insectos que intentan comerlos, y que
permiten prescindir de la utilización de insecticidas. Asimismo, la
introducción de genes de especias que imprimen colores, como el
índigo, en cultivos industriales de textiles como el algodón,
reemplazan la utilización de tinturas industriales para el teñido y la
obtención de telas de denim azul. Estos son sólo algunos ejemplos
ilustrativos de entre muchos otros que sería prácticamente imposible
enumerar aquí, en la brevedad de este estudio.

III. El marco institucional
Todo esto nos obliga a enfocar los problemas que mencionamos, desde
el punto de vista institucional. En efecto, para su estudio y resolución,
no puede perderse de vista el hecho de que las interacciones
intersubjetivas de los millones de individuos involucrados en estas
actividades son movidas por incentivos económicos, desde luego. Pero
tienen estricta relación con sus derechos individuales, su preservación,
con el derecho de propiedad y con la autonomía de la voluntad sobre
esta, y con el interés general y el bien común.
Estas materias han sido estudiadas profundamente en las
últimas décadas por una cantidad importante de teóricos, quienes han
dado origen a lo que se conoce como el análisis económico del derecho,
llamado también el enfoque de Law & Economics. En esta rama del
análisis económico y jurídico de la interacción del hombre en sociedad,
resulta insoslayable considerar el enfoque de Ronald Coase. Este fue
expuesto en su muy difundido artículo “The Problem of Social Cost”,
publicado por primera vez en The Journal of Law & Economics en
1960.

  1. El problema del costo social de Coase
    Dau-Schmidt & Ulen (1998: 81) consideran que el nacimiento del
    nuevo movimiento conocido como Law & Economics y la aplicación
    del análisis económico a un espectro mucho más amplio de problemas
    legales se identifica con la publicación de este trabajo seminal de
    Coase. Su autor fue laureado con el Premio del Banco de Suecia en
    Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel en 1991, en parte,
    por sus aportes originales, reflejados en su renombrado artículo. Coase
    explica el contexto de su análisis de la siguiente manera:
    This paper is concerned with those actions of business firms
    which has harmful effects on those occupying neighboring
    properties. The economic analysis of such a situation has usually
    proceeded in terms of a divergence between the private and social

    product of the Factory, in which economists have largerly
    followed the treatment of Pigou in The Economics of Welfare”
    (Coase, 1960: 81).
    En su argumentación, Coase manifiesta que discrepa con el
    enfoque de Pigou (1946), el cual podría resumirse en que sería
    conveniente asignarle una responsabilidad al dueño de la fábrica por
    los daños causados a los vecinos afectados por el humo o
    contaminación, o si fuera difícil o impracticable hacerle pagar por los
    daños, aplicarle un impuesto variable en proporción a la cantidad de
    humo o contaminación producidos, equivalente en términos
    monetarios al daño que causa, o finalmente, excluir a las fábricas de
    las zonas habitadas (Coase, 1960: 82). Las razones por las que Coase
    objeta la posición de Pigou las explica alegando que los cursos de
    acción sugeridos por éste serían inadecuados, porque arribarían a
    resultados no deseados, que incrementarían el costo de toda la
    sociedad en su conjunto, afectando sus posibilidades de desarrollo y
    de prosperidad.
    El error, para Coase, radica en formular el problema como si el
    individuo A estuviera causando un daño al individuo B. Para evitar
    esto, se le debe generar un costo a A de tal magnitud que le haga
    desistir en su accionar, como si, siempre y en todos los casos, el
    accionar de A no generara ningún tipo de beneficio ni personal ni
    social.
    Afirma que el enfoque es erróneo, porque para ambas partes hay
    costo y beneficios, y se debe encontrar una regla para establecer por
    qué se beneficiará a uno de ellos y se perjudicará al otro. Esta regla
    propone reducir el costo a la sociedad en su conjunto, maximizando
    sus beneficios. Para ello ejemplifica con la actividad de un panadero
    que produce vibraciones que impiden la acción terapéutica de un
    médico. Y, dado que los servicios del médico son más restringidos y
    más valorados que los del panadero, se debería lograr que este último
    cese en su actividad (Coase, 1960: 82).

    Asimismo, refiere un ejemplo del profesor Stigler, de una
    industria que produce mortandad de peces por la contaminación de un
    curso de agua, y afirma que habría que tasar si los peces tienen más
    valor, o la producción industrial los supera (Stigler, 1952: 105) El
    problema, para poder tasar estos costos, explicado con varios ejemplos
    exhaustivos, radica en que los precios y los costos variarán en función
    a los rendimientos, y serán muy diferentes si una de las partes se ve
    obligada a reducir el volumen de su actividad, en función de evitar
    externalidades que afecten a la otra parte.
    Todos los precios relativos de insumos y productos se verán
    tergiversados, en caso de introducirse una regulación, de maneras que
    no se pueden determinar de antemano. La propuesta de Coase, (1960:
    110) radica en cambiar el enfoque del problema que los economistas
    han planteado como una divergencia entre el beneficio social y el
    beneficio privado. Afirma que las medidas correctivas pueden generar
    perjuicios sociales no adecuadamente considerados, y remite al
    concepto de costo de oportunidad, un aporte claramente austríaco y
    emparentado con el análisis marginalista, que debemos a Friedrich
    von Wieser. Recomienda usar esta alternativa cuando se manejan
    cuestiones de política económica, comparando, en cada caso, el
    producto total obtenido mediante ordenamientos sociales
    alternativos. Asimismo, condena firmemente que la comparación se
    realiza entre un mundo de laissez faire y una especie de mundo ideal
    en el que no existen ni están muy claramente determinados los costos
    y los beneficios (Coase, 1960: 110).
    También destaca que hay una falacia implícita en establecer el
    análisis como si se tratara del uso de insumos que tienen un
    determinado valor de mercado, que en el caso del ejemplo, parecería
    ser el valor que tienen en el momento inicial. Sin embargo, en realidad,
    cada uno de estos insumos debe observarse como un conjunto de
    derechos de usos alternativos que el propietario tiene sobre ellos, y
    cuyo valor varía claramente en función a las restricciones que sobre su
    uso se establezcan. Precisamente, las limitaciones al uso de cada uno

    de los recursos involucrados son claramente lo que les asigna su valor
    real (Coase, 1960: 111).
    La crítica que Coase hace a Pigou es simple: afirma que el
    enfoque del problema se centra en un examen del valor de la
    producción física. El producto privado es el valor del producto
    adicional resultante de la actividad particular de un negocio. El
    producto social es igual al producto privado menos la disminución en
    el valor de la producción en otra parte, por la que no paga una
    compensación el propietario del negocio (Coase, 1960: 107). Para
    Pigou, el análisis focaliza en la decisión del negocio individual, y no
    considera que el uso de ciertos recursos no está tasado en los costos
    (Pigou, 1920: 4ª Ed 1932: 177-183). Por su parte, Coase encuentra
    preferible usar el concepto de costo de oportunidad y comparar el
    valor del producto obtenido por los factores en otros usos alternativos.
    Afirma que la ventaja principal de un sistema de precios es que
    conduce al empleo de los factores donde el valor del producto
    resultante es mayor y lo hace a un costo menor que los sistemas
    alternativos (Coase, 1960: 107).
  2. Opiniones concordantes
    Salin se plantea si el ecologismo es una amenaza para el ambiente. Y
    afirma que si se quiere hacer desaparecer a una especie animal o
    vegetal, lo mejor sería darle el estatus de especie amenazada y erigirla
    en “patrimonio de la humanidad”, ya que ésta nunca se ha movilizado
    en defensa de ninguna especie en peligro (Salin, 2008: 412). Acusa a
    los burócratas y activistas ecologistas de lucrar con este tipo de
    proclamas para adquirir notoriedad, cuando el problema real pasa por
    una insuficiencia de capitalismo. Por ejemplo, presenta el caso de los
    elefantes en África, que corrían peligro de extinción porque eran
    bienes sin dueños, de modo tal que el que se apropia de uno obtiene
    un lucro privado frente a un costo colectivo, sobre el que nadie tiene
    interés. Entre los efectos no deseados de las regulaciones
    gubernamentales al respecto, que llama “efectos perversos”, cita la

    prohibición al comercio de marfil, con el declarado objetivo de
    proteger a los elefantes. La aparición de un mercado negro dispara el
    precio del marfil, haciendo mucho más lucrativa la caza de la especie
    amenazada. Así, Salin muestra que la economía liberal se basa en el
    respeto a los derechos de los demás, limitando de esta manera el
    espíritu de lucro. Privatizar los elefantes obligaría a respetar los
    derechos de sus dueños, quienes tendrían un interés concreto en
    protegerlos y arbitrar los medios para facilitar su reproducción (Salin,
    2008: 414).
    Podemos afirmar que a nadie se le ocurriría que las vacas
    pudieran extinguirse, dado el actual ordenamiento jurídico. Pero
    queda claro que esto sí podría ocurrir si una regulación internacional
    prohibiera su explotación y comercio. Y obligara a dejarlas en estado
    silvestre. Salin, (2008: 416) afirma que es la falta de capitalismo y de
    derechos de propiedad lo que genera la destrucción del ambiente.
    Ejemplifica con la tala indiscriminada de bosques tropicales, realizada
    por empresas multinacionales que explotan concesiones de
    explotación, que no implican la propiedad de los bosques. Por lo tanto,
    no tienen ningún incentivo para proteger o explotar el recurso de
    manera sostenible. Si esos bosques fueran asignados en propiedad y
    pudieran ser vendibles, sus dueños velarían por reponer las especies
    explotadas y por mantener un stock de ejemplares explotables
    constante, realizando una tala sostenible, de modo de mantener el
    valor del recurso en el largo plazo. Reconstruir el recurso explotado
    implica un gasto presente, que generará solo un ingreso futuro,
    bastante lejano. Un contrato de concesión de un plazo menor, no
    genera los incentivos necesarios para la sostenibilidad.
    Krause, Zanotti y Ravier plantean la duda: “¿Son el crecimiento
    y la protección ambiental objetivos contrapuestos? ¿Cuál es el sistema
    que mejor permite a los individuos alcanzar estos objetivos?” (Krause,
    M; Zanotti, G y Ravier, A., 2007: 579). Estos autores nos recuerdan
    que la economía neoclásica seguía los preceptos de Lionel Robbins,
    quien consideraba que las comparaciones entre la utilidad, para
    personas diferentes, eran juicios de valor absolutamente subjetivos, y

    por ende no podían ser terreno de la ciencia. Luego nos recuerdan que
    otros autores avanzaron en este sentido planteando que hay mayor
    utilidad cuando hay crecimiento económico, pese a que ha habido
    movimientos ecologistas ascéticos, que defienden políticas de
    “crecimiento cero” como más valorables, en cuanto a que no impactan
    o impactan menos en el medio ambiente. Esto nos lleva nuevamente a
    Robbins.
    Krause, Zanotti y Ravier citan el acierto de Hazel Anderson,
    cuando denuncia que las medidas más difundidas de crecimiento no
    consideran el valor de un medio ambiente limpio (Krause, Zanotti y
    Ravier, 2007: 582). Y da como ejemplo el supuesto crecimiento
    económico de Alaska, luego del desastre del naufragio del buque
    tanque petrolero “Exxon Valdez”, que al bañar sus costas con petróleo
    crudo, hizo necesario tareas de saneamiento y limpieza, que si bien
    impactan sumando en el PBI, claramente destruyeron valor. De
    ninguna manera se podría plantear como una recomendación de
    política económica, hundir un superpetrolero, para reactivar la
    economía.
    Citan el intento de Naciones Unidas de implementar un sistema
    de contabilidad ambiental, para detectar, de alguna forma el
    incremento o reducción de ese patrimonio natural. (Krause, Zanotti y
    Ravier, 2007: 584). La misma implicaría la realización de un
    inventario físico de especies animales y vegetales, los ecosistemas
    implicados y la calidad del aire y el agua subterránea, la biodiversidad
    y las especies silvestres, materiales y energía involucrados en los
    recursos naturales. Pero el aspecto crucial es que, para poder afirmar
    que menores cantidades de unos se compensan con mayores
    cantidades de otros, sería preciso y determinante poder hacer una
    valoración, en una unidad de cuenta, es decir en moneda, mediante la
    cual se pueda unificar la forma de medir aumentos o disminuciones de
    los agregados, frente a cambios en las respectivas cantidades de unos
    bienes por otros.
    Pensemos en la magnitud de la tarea que el “contador ambiental”
    quiere autoimponerse: en muchas instancias, ni siquiera los

    biólogos han podido enumerar la totalidad de especies vegetales
    o animales existentes, además sería necesario contabilizar los
    stocks y sus variaciones. (…) Parece una idea que rápidamente
    puede llevar al ridículo (…) ¿Cómo habrá de hacerse eso? Pues la
    economía ha demostrado que, hasta el momento existen solo dos
    formas: a través del funcionamiento del sistema de precios como
    mecanismo de transmisión de información de las necesidades de
    los consumidores (Hayek, 1937, 1954); o por medio de políticas
    de comando y control, esto es la planificación económica, donde
    son los funcionarios gubernamentales los que deciden la
    asignación de recursos. La economía también ha considerado el
    primer método como claramente superior tanto por cuestiones
    de eficiencia, como éticas. (Krause, M; Zanotti, G y Ravier, A.,
    2007: 584 a 585)
  3. Subjetivismo y la tradición austriaca
    Otro aspecto que a nadie escapa aquí, es que la solución del problema,
    de manera objetiva, es virtualmente imposible, toda vez que las
    valoraciones, en economía, son completamente subjetivas y varían de
    individuo en individuo. Asimismo, para el mismo individuo, varían de
    instante a instante, guardando relación con su utilidad marginal. ¿Qué
    tiene más valor económico, una selva tropical o grandes rebaños de
    ganado de carne? ¿Para quién? ¿Será posible determinar tal cosa como
    un valor “social”? Aunque la pregunta parezca posible, su respuesta ya
    fue dada por la teoría económica, hace más de un siglo. El valor es
    completamente subjetivo y responde a la utilidad marginal
    decreciente. Ignorar esta verdad evidente nos sometería a que los
    sistemas de producción quedaran prisioneros de las estimaciones y de
    las valoraciones de funcionarios o burócratas, quizás incluso bien
    intencionados, y en algún caso, honestos, que pretenderían asignar
    valores y determinar qué es lo que los integrantes de la sociedad
    deberían perseguir como objetivo en cuanto a ese resultado. Pero, la
    inmensa mayoría de las veces, sería poner el esfuerzo productivo
    completo de una sociedad en manos y al arbitrio de personas que nada
    arriesgan. Funcionarios que no tienen forma de conocer valores y
    precios y podrían ser objeto de enormes maniobras de corrupción y de
    favorecimiento de sus allegados, beneficiando a quienes dejarían de

    ser empresarios y se convertirían en destinatarios de prebendas y
    financiadores de estos esquemas de corrupción.
    Esto nos lleva a la segunda alternativa mencionada, es decir, a la
    planificación central y al socialismo. Como explica Mises (1986: 144 a
    190): Es el proceso de mercado, a través de intercambios libres y
    voluntarios, el que va asignando precios a cada uno de los bienes, en
    función de la interacción de cientos de miles de individuos, quienes,
    con sus compras y abstenciones de comprar, determinan los precios
    de mercado y las ganancias y las pérdidas empresariales que los guían
    en el más adecuado proceso de asignación de recursos. Para esto, es
    necesario que exista la propiedad privada de los medios de
    producción. (Mises, L.E. 1986: 194-195) Libertad de comercio y de
    elegir entre unos bienes u otros. Competencia y ganancias
    empresariales que orienten los esfuerzos productivos. Soberanía del
    consumidor, que sabe que al elegir ciertos bienes, está sacrificando la
    posibilidad de acceder a otros. Del mismo modo que el agricultor, en
    el inicio de la colonización de tierras silvestres, que supo que la tala del
    bosque para construir su cabaña y liberar tierras donde sembrar
    pasturas que le permitan alimentar su ganado y sembrar otras especies
    comerciales, le proporcionaban un hogar, abrigo, defensa contra los
    animales silvestres, alimento y la posibilidad de cuidar y educar a sus
    hijos. Renunció a la belleza del ambiente silvestre, que lo condenaba a
    la pobreza, la indigencia y la escasez crónica de todo tipo de alimentos.
    Asimismo, el autor es terminante en afirmar que no existen
    alternativas posibles a este sistema capitalista, que protege y respeta
    la dignidad humana:
    Un orden social basado en el control privado de los medios de
    producción no puede funcionar sin acción empresarial, ganancia
    empresarial y, desde luego, pérdida empresarial (…) En un
    sistema socialista no existen ni empresarios ni pérdidas ni
    ganancias empresarias. Sin embargo, el director supremo de la
    República socialista, tendría que esforzarse para obtener un
    exceso de los ingresos sobre los costos de la misma manera que
    lo hacen los empresarios en un régimen capitalista (…) Lo que es
    importante en este contexto es solamente el hecho de que no es
    factible un tercer sistema. No puede haber algo así como un

    sistema no socialista sin pérdidas y ganancias empresarias”.
    (Mises, L.E. 1986: 194)
    Así también, el mismo autor destaca que esta elección entre la
    manera en que la sociedad va a determinar la forma en que se asignen
    los recursos productivos y se remuneren los factores y los distintos
    esfuerzos humanos implicados en el proceso, condiciona
    inevitablemente el régimen político y las instituciones sociales que
    regirán a esa sociedad. Y que el régimen republicano de gobierno, el
    estado de derecho, la democracia y las libertades civiles se ganan o
    pierden en esta elección.
    Al elegir entre el capitalismo y el socialismo, la gente también
    elige implícitamente entre todas las instituciones sociales que
    necesariamente acompañan a cada uno de estos sistemas, su
    “superestructura”, según Marx. Si el control de la producción es
    arrebatado a los empresarios diariamente elegidos por el
    plebiscito de los consumidores y pasa a manos del comandante
    supremo de los “ejércitos industriales” (Marx y Engels) o de los
    “trabajadores armados” (Lenin), ni el gobierno representativo ni
    las libertades civiles pueden sobrevivir. (Mises, L.E. 1986: 194-
    195).
  4. La falacia de las fallas de mercado y la competencia
    perfecta
    Uno de los enfoques más difundidos aún en el presente, es aquel que
    plantea que la interferencia gubernamental en los procesos de
    producción es imprescindible ya que el mercado fracasa en el logro de
    su cometido. Parte de la base de que el punto óptimo que debe alcanzar
    el mercado es aquel punto definido por Pareto, (Óptimo de Pareto), en
    donde ya no hacen falta más reasignaciones de recursos ni
    intercambios, el mercado cae en un equilibrio y “se vacía”,
    desapareciendo oferentes y demandantes como lo explica Ekelund
    et.al. (Ekelund et.al, 1992: 446 y 637) La afirmación es tan
    disparatada, como lo es la idea de que se ha alcanzado el máximo de
    satisfacción y nada puede hacerse para mejorar. Ignora, como ya se ha

    dicho más arriba, que el valor de los bienes está dado por la utilidad
    marginal. Ignora también que para que ese modelo pueda darse
    existen algunas condiciones, a saber: un conocimiento perfecto de
    precios y cantidades ofrecidas y demandadas, como en una rueda
    bursátil; producto homogéneo, es decir que nos dé lo mismo comprar
    a unos oferentes u otros; nulos costos de transporte, es decir que
    podamos acceder a cualquier oferta a igual costo; infinidad de
    oferentes y demandantes operando cantidades tan insignificantes que
    su acción individual tenga un impacto infinitesimalmente pequeño;
    valoraciones estáticas, que no vayan variando, conforme uno va
    adquiriendo o desprendiéndose de unidades marginales. Cualquier
    mercado que no se ajuste a estos supuestos, en opinión de los
    intervencionistas, merecería ser regulado, porque no logra ese
    equilibrio estático descripto.
    En la realidad, nosotros sabemos perfectamente que el mercado
    es un proceso muy imperfecto de asignación de recursos, en donde los
    agentes económicos, por sucesivas iteraciones, van ajustando su
    comportamiento, de una situación claramente insatisfactoria, a una
    más satisfactoria, sin poder llegar al punto ideal en ningún momento.
    Esto no solo no invalida el proceso, sino que lo asemeja a otras
    situaciones del mundo real. Por ejemplo: es muy claro que un gobierno
    que respete la diversidad de criterios de los ciudadanos es mucho más
    conveniente a sus intereses, que el de un autócrata. Y vamos a
    encontrar un gran consenso en la afirmación de que un gobierno
    representativo y republicano es preferido a uno tiránico y despótico.
    Sin embargo, Kenneth Arrow describió la inherente imposibilidad de
    acceder a un gobierno que refleje perfectamente las preferencias y
    aspiraciones de los individuos, toda vez que ese gobierno sea
    representativo y sus individuos no actúen cada uno en nombre propio.
    Es lo que la literatura llama el “Teorema de la Imposibilidad de
    Arrow”, descripto en su obra “Elección social y valores individuales”,
    (1951), tal como lo reseña Spiegel (1996: 672). Y, sin embargo, la
    imposibilidad de acceder a un gobierno perfecto no nos hace preferir
    al dictador y tirano. Es claro que la democracia representativa es más
    conveniente.

    Del mismo modo, la doctrina cristiana nos enseña que el
    matrimonio es una institución que enaltece a los seres humanos y es
    la base de la familia, que nos permite formarnos y formar a nuestros
    hijos en valores elevados, y que esta unión debe aspirar a una
    perfección tal como la de Cristo y su Iglesia. Sin embargo, somos
    conscientes de que somos humanos e imperfectos y que jamás
    podremos elevarnos a esas alturas, y eso no nos hace preferir la vida
    en aislamiento. En definitiva, la imposibilidad de acceder a la
    perfección divina, no nos impide tratar de vivir a su imagen, ejemplo
    y semejanza. Y se podrían dar muchos más ejemplos sobre esto. El
    absurdo del planteo de las fallas de mercado está explicado más
    exhaustivamente por Krause, M; Zanotti, G y Ravier, A. (2007: 588).
    IV. Conclusión
    En definitiva, si queremos comparar cualquier enfoque de lo que se
    conoce como “Ecología de libre mercado”, en donde los incentivos
    para actuar correctamente y en armonía con nuestros semejantes
    estén alineados con alicientes económicos, deberemos aceptar que no
    se puede comparar y descartar el proceso de mercado, imperfecto,
    humano, mejorable instante a instante y cambiante, con una idea de
    mundo perfecto, inalcanzable e inconducente a decisiones adecuadas.
    En este sentido, destacamos lo que sintetizan Anderson y Leal
    (1993), que han dedicado años al estudio de estos temas y que son
    tomadas como referentes. Estos autores insisten en que las normas del
    llamado “desarrollo sostenible” exigen regulaciones políticas que
    intentan disciplinar a productores y consumidores, limitando el
    crecimiento económico. (Anderson, T. L. & Leal, D. R., 1993: 259)
    También sostienen que esta falta de crecimiento económico
    afecta la colaboración social y lleva a los agentes económicos como si
    vivieran en una economía de suma cero. Eso deriva en políticas
    redistribucionistas y de control de la natalidad. (Anderson, T. L. &
    Leal, D. R., 1993: 259)

    Para poder tener eficiencia en ese proceso regulatorio y de
    control, sería menester que el mismo fuera llevado a cabo por:
    “expertos omniscientes y benevolentes que pueden modelar
    ecosistemas y dictar soluciones” (Anderson, T. L. & Leal, D. R., 1993:
    259).
    El nivel de conocimientos, información y sentido ético de estos
    planificadores los obligaría a conocer aspectos del problema que no se
    pueden conocer en el presente, y ni siquiera responden a incentivos
    presentes:
    los gestores de la política deben poseer la información, los
    conocimientos, y el sentido ético necesarios para administrar la
    sostenibilidad. Deben tener conocimientos tecnológicos sobre la
    cantidad y la calidad de los recursos, tanto humanos como físicos.
    Deben conocer asimismo las necesidades materiales tanto de la
    generación actual como de las venideras. Y deben, además, dejar
    de lado todo interés personal y egoísta y actuar única y
    exclusivamente en beneficio de la presente generación y de las
    futuras… (Anderson, T. L. & Leal, D. R., 1993: 260)
    Aceptar estos extremos nos obligaría a asumir que el proceso
    político tiene la suficiente perfección y representatividad como para
    reflejar muy detalladamente las demandas individuales y dejar de lado
    las necesidades presentes, y equipararlas con las futuras. Y asumir que
    la tecnología no podrá proponernos soluciones alternativas, mucho
    más económicas, en el futuro.
    Nuestras conclusiones están en un todo alineadas con los
    expertos en “Ecología de Mercado” que citamos. Estamos convencidos
    en que hay que confiar en la capacidad humana de innovar y encontrar
    soluciones diferentes y mejores a problemas que ya existían desde
    tiempos bíblicos y que no se solucionaban con mecanismos
    compatibles con las instituciones políticas y sociales de hoy. Ha sido la
    libertad, el derecho de propiedad y la concepción del valor tiempo del
    dinero y los incentivos para encontrar soluciones para el momento
    actual lo que nos ha permitido salir de la pobreza. Y a la vez,
    desarrollar mecanismos republicanos y democráticos, asegurar el
    estado de derecho y la ausencia de privilegios, elevando los niveles de

    vida y el bienestar material, así como el conocimiento científico a
    niveles impensables hace apenas dos siglos. Y logrando, como dicen
    otros autores: “ elevar los niveles de vida y –tal vez lo más importantede ensanchar el espacio de las libertades individuales” (Anderson, T.
    L. & Leal, D. R., 1993: 263).
    Referencias bibliográficas
    Anderson, T. L. & Leal, D. R. (1993). Ecología de mercado. Unión
    Editorial, Madrid.
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    Ulen Law and Economics Antology. Anderson Publishing Co.,
    Cincinnati.
    Dau-Schmidt & Ulen (1998). Law and Economics Antology. Anderson
    Publishing Co., Cincinnati.
    Ekelund R.B. & Hébert, R.F. (1992). Historia de la teoría económica
    y de su método. Mc Graw Hill.
    Krause, M; Zanotti, G y Ravier, A. (2007). Elementos de economía
    política. La Ley, Buenos Aires.
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    Mises, L.E. (1986). Planificación para la libertad. Centro de estudios
    sobre la libertad, Buenos Aires.
    Pareto, V. (1906). Manuale di Economia Politica con una
    Introduzione alla Scienza Sociale. Societá Editrice Libraria,
    Milano.
    Pigou, A. C. (1920) (4ª ed. 1932). The Economics of the Welfare.
    Macmillan, Londres.
    Salin, P. (2008). Liberalismo. Unión Editorial, Madrid.
    Seldon, A. (2005). Government Failure and Over-Government.
    Liberty Fund, Indianápolis.
    Spiegel, H. W. (1996). El desarrollo del pensamiento económico.
    Ediciones Omega, Barcelona.

    Spengler , J. J. (1998). “History of Population Theories”. En Simon,
    Julian L. The Economics of Population: Classic Writings.
    Transaction Publishers, New Brunswick.
    Stigler, G. J. (1952) The Theory of Price. Macmillan, New York
    United States Census Bureau (2018). https://census.gov/data/tables/
    time-series/demo/international-programs/historical-estworldpop.html
    Ultimo acceso: junio 2018
    Wieser, F. v. (1914). Theorie der gesellschaftlichen wirtschaft. J.C.B.
    Mohr, Tübingen.

La inmigración, como determinante del desarrollo:

Un estudio analógico entre el desarrollo explosivo de la Argentina y el futuro del Sahara Occidental.

Este trabajo fue expuesto en El Aayún, Sahara Occidental, en el evento: Alter Forum, desarrollado entre los días 5 y 7 de Junio de 2019.

Los fundamentos causales, determinantes del desarrollo, constituyen una temática de enorme interés para el debate sobre un futuro promisorio, armonioso y de progreso para el Sahara Occidental. Una región del mundo en la que no parece haber acuerdo sobre si es absolutamente pobre o es de una riqueza enorme, muchas veces representadas por las enormes reservas de fosfatos, evidenciadas en las minas de Bucraa y los inconmensurables bancos de peces del atlántico, entre Canarias y el Sahara occidental.

Para acercarnos a una mejor comprensión de los mecanismos institucionales e incentivos más adecuados, conducentes a este objetivo de progreso y de prosperidad, de interés común, propondremos analizar el proceso de desarrollo inicial de nuestra patria, como un estudio analógico con lo que, creemos, puede llegar a ser el desarrollo y prosperidad del Sahara Occidental en los años venideros. 

Vamos a hacer una salvedad metodológica, ya que no somos empiristas. Como ya explicara uno de los grandes maestros: Los hechos del pasado, muy poco nos dejan prever, acerca de lo que nos depararán los acontecimientos futuros. No hay fundamentos lógicos para afirmar que lo que haya ocurrido alguna vez, en ciertas circunstancias, deberá repetirse en un ambiente similar. Pero sí podemos afirmar que los hombres tienden a actuar buscando su propio beneficio y de esta forma establecen lazos y vínculos que tejen un proceso de colaboración social. Luego de muchos intentos, han terminado prefiriendo la cooperación pacífica y el entendimiento, al estado de naturaleza y a la confrontación[1]. Precisamente por esto, no son los datos del pasado ni sus similitudes los que nos llevarán a defender ciertas afirmaciones. Sino más bien, los fundamentos lógicos del accionar humano serán los que nos van a ayudar muchísimo a interpretar que pasó en el desierto Argentino y porque. A partir de allí podremos encontrar razones como para afirmar científicamente que es posible lograr resultados similares, valgan las importantes diferencias, para poder lograr un desarrollo armónico del Sahara Occidental, en los próximos años, si se logran implementar los incentivos adecuados y un marco institucional coherente.

Argentina, hasta la adopción de su ordenamiento constitucional, en 1853, era un desierto. Consideremos su superficie: Un país de más de 2 millones 780 mil Kms2, (2.780.400). Para tener una magnitud de su extensión, vale recordar que la distancia entre 2 de sus ciudades más alejadas, La Quiaca y Ushuaia[2], (4.319 kms), equivale a la distancia entre Lisboa y Moscú, (4.650 kms)[3].

Al momento de iniciarse la “Organización Nacional”, es decir, cuando se terminan las guerras civiles internas que fueron una constante a lo largo del Siglo XIX y al adoptarse la Constitución Nacional, que aún rige sus destinos, su población se podía estimar en 1 millón 216 mil, (1.216.000) habitantes, en 1853. Eso nos indica una densidad de Cero coma 4373, (0,4373) habitantes por Km2. Una densidad de población, por Km2, muy similar a la que exhibe hoy el Sahara Occidental, según las estimaciones de las Naciones Unidas de los últimos 5 años.

A partir de allí, la Argentina llegó a crecer a tasas anuales de más del 30 por mil, debido a la afluencia masiva de migrantes reducidos a la extrema pobreza, pero fuertemente esperanzados en su futuro en la nueva nación. Alcanzando en 1895 una población de más de 4 millones 123 mil habitantes, (4.123.800)[4].

Semejante tasa de crecimiento poblacional, que no se explica por el crecimiento vegetativo, sino más bien por el arribo de ingentes masas de migrantes sumidos en la más absoluta miseria, debió haber hecho caer el ingreso por cápita de la población. Pero, contrariamente a lo esperable, este ingreso no solo creció a escalas inusitadas, nunca más vistas, sino que, además se convirtió, en el referido año de 1895, y manteniéndolo en 1896, en el PBI per cápita más alto del mundo, como lo atestiguan los estudios del “Proyecto Maddison”[5].[6]

http://www.libertadyprogresonline.org/wp-content/uploads/2018/04/pbi-1895.png

Todo aquello por lo que se conoció a la Argentina de la época y todo aquello por lo que se la conoce hoy, no existía. No existía la agricultura, porque las tierras no eran susceptibles de apropiación privada. Durante el período colonial, la totalidad del territorio que hoy integra la nación era un dominio del Rey de España. Quién concedía permisos de explotación de distinto tipo, pero muy rara vez otorgaba la propiedad de nada que no fueran fincas urbanas. Y cuando lo hacía, solo era a favor de españoles nobles. Un ejemplo de los muy contadísimos de ellos puede ser el del malogrado Juan José Feliciano Fernández Campero y Pérez de Uriondo Martiarena, Marqués de Yavi[7], ejecutado por la corona, por su apoyo a la revolución[8]. No existía la ganadería porque las tierras baldías del rey eran periódicamente asoladas por los malones de los aborígenes que, desconociendo el más mínimo orden jurídico, al que nunca habían estado sometidos, robaban el ganado y las mujeres de quienes intentaran poblarlas[9]. No habian posibilidades de transportar una producción que ni siquiera existía porque no había infraestructura ferroviaria, ni inversión extranjera, ni tecnología. No había explotación pesquera, porque se ignoraban las artes de la navegación y no se contaban con barcos adecuados a esas tareas. No existían posibilidades de exportar esa producción que se generó después, cuando el capital extranjero se hizo presente, invirtiendo en puertos, vías férreas, almacenaje y logística, por la inexistencia de esas infraestructuras imprescindibles.

A tal punto que solo se exportaban cueros salados de los animales vacunos que vagaban silvestres, por imposibilidad de mantenerlos cautivos y sujetos a domesticación que permitiera su engorde, y posterior faena, para aprovechar su carne[10]. El país entero era un enorme desierto poblado por gauchos y aborígenes nómadas, que vivían, unos de la caza de rebaños salvajes y otros, del pillaje y el malón, que asolaba las poblaciones de los colonos que intentaban producir.[11].

Pero luego vino la civilización. Se diseñó un marco institucional, se juró la Constitución Nacional, pensada y redactada por Juan Bautista Alberdi, a inspiración de la Constitución de los Estados Unidos de América y de la Constitución de California y de otros estados del norte. Se enfatizó en la protección de los derechos individuales, en el amparo de la propiedad privada, en la autonomía de la voluntad a los efectos del diseño e implementación de los arreglos contractuales que resulten necesarios, en la subordinación del estado al sistema jurídico, en el estado de derecho, ante el cual, existe igualdad ante la ley para los gobernados y ante los gobernantes y el estado. Y en la subsidiariedad de la acción estatal, frente a la iniciativa privada y al capital de riesgo[12].

Juan Bautista Alberdi abogó fuertemente por promover la inmigración, como una herramienta de impulsar la adopción de conocimientos tecnológicos aportados por los migrantes, con experiencias de vida muy diversas. Y de esa forma impulsar el progreso y el bienestar a través de la constitución de empresas, promoción del comercio e industria y de toda actividad económica conexa[13].

Estas ideas quedaron plasmadas en el ordenamiento institucional, a partir de su elevación al rango constitucional de estos principios rectores de la política argentina durante el siglo XIX. Así se estableció que:

Art. 20. – Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni a pagar contribuciones forzosas extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación; pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo Solicite, alegando y probando servicios a la República.[14]

Es por eso que en nuestra patria no puede hablarse de tal cosa como “inmigración ilegal”. Porque cualquier ciudadano extranjero, que no hubiera cometido delitos y estuviese evadiendo la justicia de origen, pudo establecerse, trabajar, educarse, enseñar, difundir ideas por la prensa y dar origen a cualquier emprendimiento empresarial que lo llevara a prosperar.

Se garantizaron los derechos de las personas de forma taxativa e inalienable, dejando en claro cuales eran estos derechos esenciales a la libertad:

Se garantizó la libre circulación de las mercaderías:

“Art. 10. – En el interior de la República es libre de derechos la circulación de los efectos de producción o fabricación nacional, así como la de los géneros y mercancías de todas clases, despachadas en las aduanas exteriores.[15]

Se prohibió la aplicación de gravámenes e impuestos que tasen la circulación de bienes y mercaderías:

“Art. 1 l. – Los artículos de producción o fabricación nacional o extranjera, así como los ganados de toda especie, que pasen por territorio de una provincia a otra, serán libres de los derechos llamados de tránsito, siéndolo también los carruajes, buques o, bestias en que se transporten; y ningún otro derecho podrá irnponérseles en adelante, cualquiera que sea su denominación, por el hecho de transitar el territorio[16]”.

Se enumeraron y dejaron bien claros los derechos de los habitantes del país, que eran reconocidos aún a los extranjeros y a quienes no fueran ciudadanos:

“Art. 14: -Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria licita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.[17]

No fueron los recursos naturales, que ni siquiera eran de utilidad en esos tiempos, los que hicieron crecer al país. Sino sus instituciones, los marcos regulatorios de las relaciones interpersonales, las posibilidades infinitas de relacionarse con los demás, de asociarse, de dar origen a formas de negocios y a mecanismos de negociación que garantizan el cumplimiento de los contratos y dan seguridad y permiten administrar o derivar los riesgos comerciales. Como ejemplo de eso se pueden mencionar, en la actualidad, a los mercados institucionalizados de materias primas agrícolas, (granos, oleaginosas, carnes), así como a los mercados de derivados financieros y mecanismos de cobertura de riesgo mediante contratos de futuros[18]. Fue muy importante el respeto por la cultura, la diversidad y las creencias, así como la libertad religiosa.

Todo este marco institucional permitió generar riquezas y oportunidades de negocios y explotar ventajas competitivas, que generaron una correcta asignación de recursos, captaron inversiones competitivas y dieron lugar a la creatividad y al establecimiento de miles de empresas y negocios de propiedad particular. En sintonía con las tendencias que se vieron en otros países, ya avanzado el siglo XX. Es por eso que, actualmente, una parte sustancial de la generación de valor de la economía de los países más desarrollados no se encuentra en la producción de materias primas, sino en la posibilidad de generar ganancias a partir del comercio, la logística, el financiamiento o la administración de riesgos, la búsqueda de eficiencia a través de economías de escala y de coberturas de riesgos.

Es la creatividad, el desarrollo de nuevas formas de negociación, la creación de mecanismos institucionales para descubrir los precios futuros y asegurarlos, la principal fuente de ingresos de las sociedades maduras. Así como la información, la generación de conocimiento y la asunción de riesgos empresariales.

Autores de enorme peso académico internacional, como Julian L. Simon consideran que el mayor recurso con que puede contar un país, para avanzar en forma concluyente hacia su desarrollo son los recursos humanos. Y que el crecimiento de la población impulsa muy fuertemente la riqueza y la prosperidad, lejos de constituirse, como planteaban otras visiones apocalípticas, en una limitante al progreso[19].

Este enfoque afirma que, en realidad, la presencia de recursos naturales no determina el crecimiento. Sino la capacidad de los individuos de explotar, encontrar, reciclar y reformular la utilización de los mismos es lo que determina la prosperidad. El continente que cuenta con más recursos naturales es África. Si pensamos en oro, o diamantes, miraremos al sur, si pensamos en energía y petróleo, pensaremos en Nigeria, Angola o Argelia[20]. Sin embargo, es África, nuevamente el continente que lidera la recepción de ayuda humanitaria. Camerún, Etiopía, Chad, padecen situaciones que no tienen estrictamente que ver con la falta de fuentes de sustento o de ingresos para sus habitantes. Sino con conflictos. Y sus consecuentes desplazamientos de población[21].

En términos de las horas de trabajo que hacen falta aportar para conseguir el valor de una tonelada de cualquier materia prima, como podemos ver en la actualidad, todos estos precios han bajado a niveles insignificantes, en relación a los que tenían 100 años atrás. Y mucho más, si lo relacionamos a 1000 años atrás. ¿Qué es lo que ha hecho que, pese a esa disminución de su precio real, no monetario, sino medido en bienes que no han perdido valor, como puede ser el de la hora de trabajo o el de la jornada laboral, estos bienes se sigan produciendo y volcando a los mercados en proporciones cada vez crecientes? La respuesta nos llega de parte de los nuevos sistemas de producción, desarrollados a partir de la búsqueda de economías de escala y de la especialización. ¿Qué es lo que ha hecho que hoy, con un precio 10 veces menor al de hacen apenas 100 años, un agricultor en la Argentina se dedique a producir Trigo, Soja o Maíz? ¿Por qué sigue trabajando pese a la dramática caída de su precio, que lejos de ser una mala noticia, es excelente, desde el punto de vista de las personas que antes padecían hambre? La respuesta se debe buscar en los volúmenes obtenidos y en la minimización de los márgenes de rentabilidad, producidos por una competencia global, que obliga a lograr niveles de eficiencia impensables años atrás. Con inversiones en tecnología y en capital que no existían hace apenas 30 años. Actualmente un agricultor puede sembrar maíz, soja, o trigo a razón de 60 a 80 has. por día y puede cosechar maíz a razón de 80 toneladas por hora. Una sola persona. Con un stock de maquinarias que supera el millón de U$S. Frente a semejante grado de especialización, las formas de vida antiguas, con economías de subsistencia y en escalas artesanales no pueden sobrevivir por sus enormes costos relativos. Medidos en la cantidad de horas que una persona debe dejar de utilizar en su propia capacitación intelectual y técnica, estos costos son ahora imposibles de asumir, sin vernos condenados a no salir nunca de la indigencia y el subdesarrollo.

La utilización cada vez más intensiva de las materias primas y de los recursos naturales lleva a una mayor prosperidad y esta, a una mayor capacidad de compra de los mismos, y los somete a una utilización más intensiva. Esto genera escaseces, que en una economía de mercado abierta y competitiva dan lugar a la suba de sus precios y al desarrollo de nuevas inversiones y asimismo de nuevas tecnologías que permiten una mayor posibilidad de obtener cantidades mayores de esos recursos y luego eso precipita sus precios a la baja en el largo plazo. Y asimismo, nos obliga a explotar los recursos, cuando sus precio de venta cubre ya adecuadamente los gastos de inversión y desarrollo[22].

Pensemos, por un momento en el petróleo. El volumen de sus reservas, los costos de extracción y los usos que se hacían del mismo a principios del siglo XX. Y la situación actual. Cuando se inicia la industria del petróleo, esta se basó en la explotación de un recurso que no solo estaba completamente a la mano, sino que obstaculizaba la obtención de otros más urgentes, como el agua. A partir de disponer del recurso en forma casi gratuita, se empezaron a buscar usos alternativos del mismo, los cuales fueron, en primera instancia, para el querosene, utilizado en la iluminación y posteriormente para otro de sus subproductos residuales, como la gasolina que luego se empezó a utilizar para mover automóviles. Luego se dio uso al fuel oil, para mover buques y trenes y al diesel, para el transporte por camión. El desarrollo tecnológico permitió que se disminuyeran dramáticamente las cantidades a utilizar para producir trabajo mecánico, mediante la eficiencia y el desarrollo de nuevas máquinas térmicas, de menor consumo[23]. Y así llegamos al día de hoy en que el desarrollo de nuevas tecnologías, como la iluminación mediante LEDs minimiza el consumo de electricidad y el diseño de turbinas eólicas hace innecesario el petróleo para aplicaciones de energía hogareña. Los automóviles híbridos hacen caer el consumo a un tercio del de hacen 25 años. Y el desarrollo de nuevas tecnologías de prospección y extracción nos ponen a disposición ingentes cantidades, apenas ayer desconocidas, como lo ha sido el desarrollo del megayacimiento de Vaca Muerta en Argentina. El segundo más grande del mundo en petróleo no convencional, que dará lugar a inversiones privadas de más de 120 mil millones de dólares en los próximos años[24].

Por otra parte, y por las mismas razones económicas, el capital está sujeto a la ley de rendimientos decrecientes a escala, lo cual obliga a las naciones más desarrolladas a invertir, preferentemente, en aquellas naciones que ostentan menores tasas de capitalización, ya que las tasas de rendimiento de determinado monto de capital, son muchas más altas en donde el capital es escaso, que en aquellas naciones en donde es abundante.

Las claves para que todo este progreso se materialice deben buscarse, asimismo, en el desarrollo de la empresarialidad, la creatividad, la iniciativa privada, la búsqueda personal de alternativas, que cada uno de los integrantes de la sociedad desarrolla, cuando se establecen los incentivos correctos. En este sentido, son muy interesantes los aportes de Israel Kirzner en lo relativo a los efectos multiplicadores de la iniciativa privada.

Este autor puso un gran énfasis en el proceso de descubrimiento de oportunidades empresariales, como eso beneficia a toda la sociedad, y como se plantea una distribución del ingreso basada en principios de equidad y justicia[25].

Asimismo, también ha destacado la importancia de la competencia, dentro de un proceso de mercado, para no solo descubrir, sino también incentivar y promover la iniciativa individual y el desarrollo de la persona[26].

Sin llegar a ser exhaustivos y por supuesto, sin poder llegar a conocer las peculiaridades y realidades sociales inabarcables en una tan breve intervención, hemos considerado que podía ser de interés este aporte de nuestra parte, basado asimismo en la experiencia que como empresarios y promotores de mecanismos institucionales hemos desarrollado en Latinoamérica en las últimas 3 décadas.

Por todo esto, esperamos haber hecho un aporte relevante de ideas y enfoques, que pueda resultar de utilidad para todo aquel que se sienta interesado en estos asuntos, que consideramos de gran importancia para el desarrollo del Sahara Occidental, en la actualidad.

Referencias:


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[2] Distancia entre La Quiaca y Ushuaia: Recuperado el 10/6/19 de:

[3] Distancia entre Lisboa y Moscú: Recuperado el 10/6/19 de:

http://www.distanciasentreciudades.com/buscar?origen=Lisboa&destino=Mosc%C3%BA

[4] Flores Cruz, Ramiro A.: “El crecimiento de la población Argentina”. Recuperado el 10/6/19 de:

http://webiigg.sociales.uba.ar/pobmigra/archivos/Ramiro_Flores/Crecimiento.pdf

[5] Anderson, Javier: “Argentina sí fue el país más rico del mundo”. Recuperado el 10/6//19 de: http://buendianoticia.com/nota/9986/argentina-si-fue-el-pais-mas-rico-del-mundo-fundacion-libertad-y-progreso

[6] Groningen Growth and Development Centre (GGDC): Recuperado el 10/6/19 de: https://www.rug.nl/ggdc/

[7] La historia del marqués de Yavi se hace presente

https://www.lagaceta.com.ar/nota/368916/informacion-general/historia-marques-yavi-se-hace-presente.html

[8] Teruel, Ana “El Marquesado del Valle de Tojo: patrimonio y mayorazgo. Del siglo XVII al XX en Bolivia y Argentina”. Recuperado el 10/6/19 de:

http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/download/1022/1094

[9] Zeballos, Estanislao S. (1878) «La Conquista de quincemil leguas»

https://studylib.es/doc/1235373/zeballos–1878–la-conquista-de-quincemil-leguas

[10] Nicolás Alberto Biangardi, Maximiliano Camarda «El negocio del cuero en el Río de la Plata a fines del siglo XVIII». Recuperado el 10/6/19 de: https://www.researchgate.net/publication/324180493_El_negocio_del_cuero_en_el_Rio_de_la_Plata_a_fines_del_siglo_XVIII

[11] Thomas Falkner: «Descripción de la Patagonia y de las partes adyacentes de la América Meridional».

http://www.biblioteca.org.ar/libros/92625.pdf

[12] Levaggi, Abelardo: “Constitucionalismo Argentino 1810-1850” Recuperado el 10/6/19 de:

[13] Alberdi, Juan Bautista, “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”, 1ª  ed., Buenos Aires, Losada, 2008. Recuperado el 10/6/19 de: http://biblioteca.libertyfund.org/sites/default/files/bases-facsimile.pdf

[14]Constitución de la Nación Argentina: Recuperado el 10/6/19 de:

http://www.senado.gov.ar/bundles/senadoparlamentario/pdf/institucional/constitucionNac1853.pdf

[15] Constitución de la Nación Argentina: Art. 10. Recuperado el 10/6/19 de:

http://www.senado.gov.ar/bundles/senadoparlamentario/pdf/institucional/constitucionNac1853.pdf

[16] Constitución de la Nación Argentina: Art. 11. Recuperado el 10/6/19 de:

http://www.senado.gov.ar/bundles/senadoparlamentario/pdf/institucional/constitucionNac1853.pdf

[17] Constitución de la Nación Argentina: Art. 14. Recuperado el 10/6/19 de:

http://www.senado.gov.ar/bundles/senadoparlamentario/pdf/institucional/constitucionNac1853.pdf

[18] Diferentes contratos de futuros:

[19] Simon, Julian Lincoln: “The Ultimate Resource 2” New Jersey Princeton University Press 1996.

[20] África: Petróleo Bruto. Producción.

https://es.actualitix.com/pais/afri/africa-petroleo-bruto-produccion.php

[21] Escola de Cultura de Pau: Recuperado el 10/6/19 de:

[22] Julian l. Simon, sobre la dinámica de los recursos naturales y sus precios.

[23] ¿Cómo llegó el petróleo a dominar el mundo?

https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/04/150331_iwonder_historia_petroleo_finde_dv

[24] Chorny, Rubén: Segunda reserva mundial: Vaca Muerta se llama la gran carta de crecimiento argentino. Recuperado el 10/6/19 de:

https://www.bbva.com/es/segunda-reserva-mundial-vaca-muerta-llama-gran-carta-crecimiento-argentino/

[25] Kirzner, Israel M. «Descubrimiento, capitalismo y justicia distributiva». Recuperado el 10/6/19 de:

[26] Kirzner, Israel M. “Competencia y Emprendimiento”. Recuperado el 10/6/19 de:

https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1496174

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE HISTORIA ECONÓMICA ARGENTINA

Por Guillermo L. Covernton 

El papel de la historia, en el análisis y diseño de medidas de política económica ha sido enfocado con muy diversos criterios, dependiendo de la formación intelectual de cada proponente: Así, por ejemplo para Mises, Las ciencias de la acción humana se dividen en Praxeología e Historia, siendo la Economía una rama de la primera. Para este autor, la Historia Económica no es más que Historia, y dado que para esta ciencia, el pasado constituye el objeto principal de su estudio, sus enseñanzas no pueden aplicarse a la totalidad de la actividad humana, concretamente no pueden aplicarse a la acción futura. No cabe construir esta ciencia en base a elaboraciones empíricas [1]. De todas formas, no encontramos enfoques que nieguen que el estudio de la historia económica nos permite ver y anticipar la comisión de errores que pueden ser de enorme trascendencia y ese es el objetivo de detenernos en el análisis de esquemas pasados de política económica. A pesar de ello, las conclusiones dependerán fuertemente del marco teórico en el que se haya formado el investigador, ya que este nunca alcanza a reflejar la totalidad de las circunstancias, sino solo aquellas que considera de interés, de acuerdo a los puntos de vista teóricos que sustente. Es por eso que tiene una importancia esencial la apoyatura técnica en la que se desarrollan [2].

Debe destacarse también que en lo referente a la historia económica de nuestro país, encontramos escollos similares a los que se le presentan al estudioso de otros aspectos generales de nuestra historia: El apasionamiento a veces no permite ver a las claras los indicios que los hechos nos brindan. Por ello es menester hacer gala de una actitud amplia y pluralista, que sin dejar de lado ciertas hipótesis, que siempre se apoyan en nuestro propio acervo teórico, permitan confeccionar algunas opiniones, que sin pretender ser absolutamente concluyentes, den lugar a la elaboración de explicaciones satisfactorias y útiles sobre los hechos del pasado, que nos ayuden a entenderlos y a construir a partir de ellos.

Pocos observadores disentirán en relación a uno de los rasgos más distintivos de la evolución de la actividad económica y de las finanzas de nuestro país, desde los albores de mayo, hasta fechas recientes: Nos referimos a uno de los más conspicuos protagonistas: Las Crisis. Como bien dijo Alberdi: “Si la crisis ha pasado, ¿para que sirve este escrito? Viniendo a deshora, en efecto, prueba que no ha sido hecho para conjurarla”. [3]

En este breve trabajo trataremos de presentar algunas de las características más frecuentes que han mostrado estas crisis, sus orígenes, causas, y efectos. El conocimiento de las causas y su naturaleza es útil, en tanto y en cuanto son hechos que acaecen en forma recurrente, a efectos de poder prevenirlas y evitarlas, o al menos, morigerar sus consecuencias y aplicar medidas que ayuden a superarlas rápidamente.

Estos procesos, a los cuales el padre de nuestra constitución adjudicó un origen relativamente reciente, (para los años en que escribía, siglo XIX), tenían su génesis, para su concepción, en la expansión del crédito y en el emisionismo de los “bancos de circulación” o bancos emisores. La prudencia en el manejo de las políticas crediticias es citada como uno de los medios para conjurarlas. Y el abuso en la utilización de tan excelente y fecundo instrumento, del mismo modo que ocurre con la libertad y el poder, es mencionado como nexo causal. Ya por aquellos tiempos, se escuchaban voces como las de Juglar, citado por Alberdi, quien en su libro: Las Crisis Comerciales aislaba ciertos indicadores, que en su opinión podían encontrarse en la información contable bancaria. Así por ejemplo mencionaba: La elevación del volumen de las operaciones de descuento, la caída de las reservas, (encajes), y la posterior reversión de la evolución de ambos índices, pasado el período de liquidación post-crisis, y recomendaba su monitoreo, a efectos de predecir la catarsis[4].

Queda claro en el planteo de Alberdi la visión del proceso de crisis con un gran paralelo al de la situación de insolvencia privada: En sistemas monetarios de paridad con activos externos, (para el caso moneda convertible en oro), el parangón era insoslayable por aquellos años [5]. Asimismo era también consciente de que la falta o disminución del crédito, por problemas políticos o fiscales, también actuaba como factor desencadenante, observándose ya en los períodos en que este autor analizó, un alto grado de correlación entre las dificultades crediticias y las tasas de interés que para obligaciones de riesgo soberano debían enfrentar los países vecinos o con estructuras de producción y grados de industrialización similares [6]. En su ilustrador análisis, también relacionó los niveles de ahorro, como formador de capital, y su contrapartida, el gasto, y no dudó de calificar al gasto del estado como “improductivo”. Aunque reconocía su carácter de necesario a ciertos niveles, advertía claramente los riesgos de la proliferación de una clase social empleada exclusivamente en esta función [7].

Autores posteriores han observado, asimismo, que la ineficiencia de las políticas tributarias y fiscales, en razón de su complejidad, inestabilidad en el tiempo y su contradicción con elementales principios de la tributación, así como el uso de esquemas mercantilistas, prebendarios y estructuras recaudatorias pesadas y onerosas provocaban fuerte inestabilidad política. Esta última, a su vez, al generar incertidumbre en la aplicación en el tiempo de las políticas proyectadas, actuaba retroalimentando el sistema y generando un crecimiento de ambos factores críticos [8].

La gestión de Rivadavia durante el gobierno de Martín Rodríguez, ( 1821-1824 ), es citada como un ejemplo de saneamiento de las arcas fiscales y de sus fuentes, merced al uso de herramientas como el presupuesto, el análisis de las fuentes de financiación y de la onerosidad de la gestión de cobros de algunos gravámenes, todas medidas que redundaron en una mejora en la recaudación, posibilitando la derogación de aquellos gravámenes perfilados como los más objetables desde el punto de vista de su base imponible, ( como por ejemplo la “contribución de comercio”, la “alcabala de venta” la “sisa” y la “media anata de oficios” [9].

Otro enfoque interesante de analizar es el efecto que sobre la totalidad de las relaciones económicas origina el ajuste sobreviniente con posterioridad a la inflación, así Burgin destaca que los desórdenes políticos, y la excesiva emisión monetaria produjeron, durante los años que van de 1826 hasta mediados de 1830, importantes cambios en la distribución de la renta, variaciones en la relación entre sueldos, artículos de consumo y ganancias, impactando de forma muy diversa en las distintas clases de mercaderías y precios de servicios. El ingreso real de los asalariados disminuía, y buena parte del ajuste era soportado por industriales, comerciantes, y quienes producían para el mercado interno [10]. El intento vano de compensar con aranceles estas traslaciones de recursos de un sector al otro, las presiones de los distintos grupos de poder involucrados y el altísimo grado de complejidad que estas estructuras tarifarias alcanzan, está documentado muy claramente desde los albores de la organización nacional [11].

Es sumamente interesante reparar en que este tipo de inconvenientes no solo no han sido privativos de los dirigentes de nuestro país, sino que, además, se han seguido repitiendo en el espacio y en el tiempo, como bien lo retratan algunos estudios referidos a la Europa de pos-primera guerra. Así von Mises, en una célebre conferencia pronunciada en Checoslovaquia, en Febrero de 1931, [12] destaca los riesgos de pretender, desde el sector oficial, impulsar ciertas y determinadas actividades económicas, en desmedro o a subsidio de otras consideradas menos importantes o con menor capacidad de impulsar la economía. De todas formas, ya en aquellos años, y de la mano del unitarismo, se escuchaban una gran cantidad de ideas de neto corte liberal, tendientes a abrir la economía a los mercados internacionales y a la obtención de capitales de los mercados financieros externos, alentando la colonización y la inmigración, que formaban parte de las ideas predominantes en el campo económico. Pero también, del mismo modo que sucede en la actualidad, las urgencias presupuestarias del gobierno, la ineficiencia en la administración fiscal, y la búsqueda de solucionar estos desequilibrios mediante la financiación a través de impuestos distorsivos y que impedían la integración internacional, actuaron conspirando contra el éxito de estos planes gubernativos [13].

Autores como Alemann mencionan también que las muy escasas decisiones que en el marco de la economía positiva se tomaban en aquellos años actuaban de manera claramente anti cíclica, ya que se expandía la moneda al solo efecto de financiar gastos corrientes y no inversiones reproductivas: El gobierno corría detrás de las circunstancias que le tocaba vivir, más que influir sobre ellas [14]. La expansión del crédito, el aumento desproporcionado del gasto público y las malas inversiones originadas en una poco estudiada inversión inmobiliaria para la especulación en tierras es mencionada nuevamente en otros estudios, a la hora de tratar de explicar los fenómenos que desembocaron en la recesión de los años 1875 a 1878. También se observaba en esos años la perjudicial práctica de financiar con endeudamiento externo las erogaciones corrientes no productivas, como el gasto militar [15].

En el análisis de los hechos que causaron la débacle de 1891, tanto autores locales, (Aristóbulo del Valle, José Terry), como del extranjero, (John Clapham), coinciden en señalar que el emisionismo generado a partir de la política de Bancos Garantidos, así como la corrupción administrativa, jugaron un rol fundamental. El proceso impactó indudablemente de modo mucho más marcado en la economía de los comerciantes e inversores financieros que en el de los productores de bienes exportables [16].

Esta ha sido una constante a lo largo de los años siguientes, que de tal modo dio origen esquemas tributarios y arancelarios fuertemente discriminatorios contra estos sectores, que por estas mismas razones mantenía una mayor capacidad económica. En una primera instancia, se dio un fuerte ingreso de capitales, (1886 – 1887), que no originó una fuerte caída de los activos externos y la consiguiente revaluación del peso, dada la fuerte presión de las importaciones y la expansión de la demanda de bienes de consumo. Ambas corrientes se financiaban, como en épocas bien recientes, con el ingreso de divisas, apoyado en la mayor confianza que el país generaba en las plazas financieras internacionales. La imposibilidad de continuar con el endeudamiento, muy agravada ya en 1890, gatilló el crack. La audacia de los emprendedores de financiar proyectos cuyo plazo de maduración exigía fondeos de largo plazo, con obligaciones que eran exigibles en plazos mucho más breves dejó sin capacidad de repago a buena parte de las inversiones encaradas, generando una situación de iliquidez que obligó a un muy oneroso proceso liquidativo.

La suma de otros factores, como la caída del precio de los productos exportables, que eran un número muy exiguo, (lo que acentuaba la vulnerabilidad del esquema), más el hecho de que los volúmenes de producción estaban fuertemente influidos por el riesgo climático acrecentó la gravedad de la caída. La encrucijada en la que se encontró el gobierno juarista fue la misma que muchos años después, y aún contemporáneamente ha enfrentado nuestra nación: Aplicar un fuerte ajuste recesivo, muy impopular, con incremento de la presión fiscal, o repudiar la deuda, (lo que modernamente los estados hacen mediante una devaluación de su moneda). También en aquellos años, las opiniones que más se hacían oír eran las de los sectores exportadores y las de quienes se beneficiaban con la devaluación ganando competitividad. El abandono de la ortodoxia económica, y la pérdida de valor de la moneda que siguieron a la política Juarista que termina con la revolución y el ascenso de Pellegrini, ya no son medidas que puedan causar sorpresa a los estudiosos contemporáneos de estos procesos [17].

El peso de la deuda externa tuvo también un papel protagónico, habida cuenta de que buena parte de ella había sido tomada no tanto para la realización de inversiones reproductivas, como decíamos, sino más bien para el pago de servicios de deudas anteriores y de obras públicas, (aguas corrientes, etc.). El incremento del gasto público corriente hizo que los rubros de sueldos y expensas corrientes alcanzaran el 30 % del presupuesto. La desproporción entre el gasto y los recursos, (95,3 millones contra 29.1 en 1890), así como el crecimiento de este, sin una contrapartida similar en las fuentes genuinas de financiamiento, (ya que en 1895 ambos rubros alcanzaron a 167,2 y 38,2 mill. respectivamente), evidencian que si no hubiera sido por la relativamente alta confianza de las plazas financieras internacionales, el proceso acumulativo se hubiera frenado mucho antes y con una recesión aún mucho más feroz.

Tal como se ha visto muchos años después, la confianza y el crédito internacional, pueden llegar a actuar como un verdadero salvavidas de plomo al no forzar al ajuste cuando la virtual bola de nieve es aún manejable y no exige tan costosos sacrificios [18]. El fenomenal endeudamiento en que se incurría, que llegó a cuadruplicarse en este período, no guardaba relación con el crecimiento de las exportaciones, apenas incrementadas en solo un 50 %. El destino poco atinado y generador de escasa o nula capacidad de repago, de los créditos así como el prolongado plazo de maduración de los proyectos y aún el fraude han sido nuevamente mencionados en algunos estudios muy documentados.

En el período de recuperación de la crisis es de destacar la visión y la diligencia de los gobernantes en atacar con plena ortodoxia otra de las causas más disimuladas de las dificultades de financiamiento del sector público: la licuación de sus recursos genuinos en virtud del proceso de pérdida acelerada del poder adquisitivo de la moneda. Esto fue atacado principalmente con la fijación del cobro de los derechos de importación inicialmente en un 50 % en oro y luego en su totalidad en esta divisa. Asimismo se mencionan la contención de la expansión del crédito y la reducción del gasto público corriente [19]. Otro elemento muy ilustrativo y que permite echar luz y reflexionar también en situaciones que se han visto con mucha posterioridad en la república es la relación directa que sobre la cantidad de moneda tiene las exportaciones, más precisamente el superávit comercial, como no puede ser de otra forma, en un marco de moneda convertible: Con la ley de convertibilidad de 1899, y al no ser nuestra patria un exportador neto de oro, el superávit comercial se monetizaba, provocando presiones inflacionarias, a la vez que una mayor confianza de las instituciones crediticias, que generaba un mayor flujo de divisas desde el exterior para su colocación en los mercados financieros. Esto producía una gran volatilidad del mercado financiero y de divisas, con base en la inestable oferta de nuestras producciones exportables, (como apuntábamos antes, por razones ecológico-climáticas). El sistema financiero operaba en forma muy endeble, y opiniones como la de Martínez destacaban la muy baja integración de capital con la que iniciaban y realizaban sus operaciones los bancos extranjeros que participaban en la plaza. El total de depósitos del sistema, en pesos papel, (507 millones), convertidos a pesos oro, (a la paridad de 2,2727), más el monto de depósitos en pesos oro, (6.6 millones), daba algo así como una relación de 5,76 a uno, (que surge de relacionar 229 mill. de pesos oro de depósitos totales con 39.7 mill. de capitales totales), lo cual implica un respaldo de algo más del 17 % de los depósitos, en patrimonios de las entidades receptoras [20]. Esta asimetría, así como la evidencia de que se contaban en el país con los capitales suficientes para el financiamiento de un sistema bancario genuino, hicieron que el banco de la Nación Argentina fundado en plena crisis acumulara, luego de la reforma de su carta orgánica en 1904, y gracias a su extensa red de sucursales en el interior el 50 % de los depósitos del sistema en 1917.

Algunos autores atribuyen a la acertada política de este banco, entre las que podemos mencionar: El hecho de no utilizar nunca su facultad de emitir billetes; Su escaza influencia en el mercado de redescuentos, en el que se abstuvo de expandir el crédito y los altos encajes que mantenía, buena parte de los fundamentos de la estabilidad monetaria y económica del período que llegó a sus finales en la crisis de 1929 [21]. En este sentido, también encontramos opiniones en apoyo a las políticas ortodoxas, que afirman que al no recurrirse a la emisión monetaria, si bien las crisis se profundizan, sus efectos son revertidos y superados en breves lapsos, y el crecimiento posterior se hace sobre bases mucho más genuinas y sostenibles [22].

Todas estas opiniones, muy fundamentadas y con una fuerte base en conocimientos de la teoría económica, por parte de sus autores son las que nos han llevado a pensar en lo que ha sido el eje central de este trabajo. Tal es que la observancia, el estudio y la reflexión profunda sobre los hechos, las medidas adoptadas, los efectos mediatos y su impacto político tanto en el contexto, como en las instituciones, son de enorme utilidad a la hora de tratar de prever los alcances que las diferentes medidas de economía positiva que se intentan podrán tener sobre las condiciones futuras.

 

Referencias:

[1] Mises, Ludwig von, La Acción Humana, Madrid, Unión Editorial, 1980, pp. 61 y 62.

[2] Mises, Ludwig von, La Acción Humana, Madrid, Unión Editorial, 1980, pp. 1252 y 1253.

[3] Alberdi, Juan B. Escritos Póstumos: Tomo I ,Estudios Económicos, Universidad Nacional de Quilmes, 1996, pp. 33

[4] Alberdi, Juan B. Escritos Póstumos: Tomo I, Estudios Económicos, Universidad Nacional de Quilmes, 1996, pp. 38.

[5] Alberdi, Juan B. Escritos Póstumos: Tomo I , Estudios Económico, Universidad Nacional de Quilmes, 1996, pp. 42 y 43.

[6] Alberdi, Juan B. Escritos Póstumos: Tomo I, Estudios Económicos, Universidad Nacional de Quilmes, 1996, pp. 48 a 55.

[7] Alberdi, Juan B. Escritos Póstumos: Tomo I , Estudios Económicos, Universidad Nacional de Quilmes, 1996, pp. 70 a 74.

[8] Burgin, Miron, Aspectos Económicos del Federalismo Argentino, Ediciones Solar SA Buenos Aires 1987. pp. 75.

[9] Burgin, Miron, Aspectos Económicos del Federalismo Argentino, Ediciones Solar SA Buenos Aires 1987. pp. 77 y 78.

[10] Burgin, Miron, Aspectos Económicos del Federalismo Argentino, Ediciones Solar SA Buenos Aires 1987. pp. 103 a 105.

[11] Burgin, Miron, Aspectos Económicos del Federalismo Argentino, Ediciones Solar SA Buenos Aires 1987. pp. 105 a 107.

[12] Mises, Ludwig von, On The manipulation of Money and Credit, Free Market Books. Dobbs Ferry NY 1978. p.: 193 a 200.

[13] Burgin, Miron, Aspectos Económicos del Federalismo Argentino, Ediciones Solar SA Buenos Aires 1987. pp. 128 a 130.

[14] Alemann, Roberto T. Breve Historia de la Política Económica Argentina: 1500 – 1989, Editorial Claridad, Buenos Aires 1997. pp. 71 a 72.

[15] Gallo, Ezequiel y Cortés Conde, Roberto, La República Conservadora, Edit. Paidós Buenos Aires 1995. pp. 19 a 22.

[16] Gallo, Ezequiel y Cortés Conde, Roberto, La República Conservadora, Edit. Paidós Buenos Aires 1995. pp. 80 a 81.

[17] Gallo, Ezequiel y Cortés Conde, Roberto, La República Conservadora, Edit. Paidós Buenos Aires 1995. pp. 82 a 85.

[18] Gallo, Ezequiel y Cortés Conde, Roberto, La República Conservadora, Edit. Paidós Buenos Aires 1995. pp. 149 a 151.

[19] Alemann, Roberto T. Breve Historia de la Política Económica Argentina: 1500 – 1989, Editorial Claridad, Buenos Aires 1997. pp. 165 a 169.

[20] Vazquez Presedo, Estadísticas Históricas Argentinas, Ediciones Macchi SA. Buenos Aires 1971.

[21] Gallo, Ezequiel y Cortés Conde, Roberto, La República Conservadora, Edit. Paidós Buenos Aires 1995. pp. 156 a 161.

[22] Alemann, Roberto T. Breve Historia de la Política Económica Argentina: 1500 – 1989, Editorial Claridad, Buenos Aires 1997. pp. 129 a 131.

Los delirios nazis de la diputada Carrió. Y su escaso respeto por la constitución nacional.

Por Guillermo Luis Covernton.

 

Las poco felices declaraciones recientes de la diputada Elisa Carrió, en un programa televisivo, conminando a los empresarios que producen mercaderías agrícolas que se exportan, a liquidarlas en el mercado interno, han provocado rechazo e indignación. https://twitter.com/elisacarrio/status/994752564775317509

Especialmente en aquellas personas que, en momentos tan graves para el país, han respaldado claramente el camino elegido por este gobierno, que gobierna legítimamente, luego de ganar 2 elecciones.

La diputada Carrió pretende hacer creer a la ciudadanía que los empresarios del agro, por el mero hecho de mantener su capital de trabajo en forma de las mercaderías  que ellos mismos producen, tiene algún tipo de «obligación», que en caso de no ser cumplida estaría implicando una «falta de apoyo al gobierno» o una «falta de solidaridad para con sus conciudadanos.»

Pongamos las cosas en perspectiva. En primer lugar, no puede ignorarse que la mayor parte de la producción agropecuaria de esta campaña de cosecha gruesa se encuentra en planta. Es decir que no ha sido aún cosechada y sigue expuesta a las inclemencias del tiempo que amenazan con producir gravísimas pérdidas. Acusar entonces a estos empresarios de estar confabulando contra el gobierno no solo es falso, dada la imposibilidad que tienen de actuar de otro modo, sino que además, es un acto de presión injustificable y denigrante de su investidura de legisladora. Pero eso es irrelevante a los efectos del debate filosófico, que es lo que importa.

La principal obligación del estado es proteger la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos. Porque esta última es la que les garantiza la defensa de las dos anteriores.

La constitución nacional, en su artículo 17 garantiza la integridad de este último derecho humano esencial:

«La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el artículo 4. Ningún servicio personal es exigible, sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.»
http://leyes-ar.com/constitucion_nacional/17.htm

Los productores agropecuarios tienen el derecho, amparado por el ordenamiento constitucional, de comprar, vender, canjear o disponer de su propiedad como lo consideren más adecuado a la prosperidad de sus negocios. De hecho, deberían poder cobrar sus exportaciones en divisas y poder depositarlas en instituciones bancarias que no deberían poder cambiarlas a moneda doméstica y prestarlas, porque las normas de Basilea II condenan y prohiben lo que se conoce como el arbitraje de riesgos. Es decir, tomar dólares a una tasa de interés internacional y luego pasarlos a pesos y prestarlos a tasas de interés domésticas, más altas. Precisamente porque, en caso de devaluación, no podrían cubrir las pérdidas.

https://www.ucema.edu.ar/revista-ucema/nro35/comite-de-basilea

La pretensión de la diputada de obligar a los empresarios a exponer su patrimonio a un riesgo devaluatorio que está tan cantado y resulta tan evidente, es insostenible. Y se evidencia si miramos las tasas de interés reales que devengan hoy las letras del gobierno. Asimismo, que la diferencia generada por ese negocio ruinoso pase ilegítimamente a ingresar al patrimonio del fisco resulta una confiscación tan clara, que no merece ni siquiera explicarse.

https://www.cronista.com/finanzasmercados/La-tasa-de-Lebac-supero-el-100-por-expectativas-en-la-renovacion-del-martes-20180511-0078.html

Lo interesante es analizar porque un legislador puede cometer semejante atropello contra la propiedad y cuestionar la función empresarial y no ha sido inmediatamente repudiado por la sociedad en su conjunto.

La aspiración de que, todas las operaciones de exportación que generan ingresos de divisas, estén obligadas en plazos y montos a ser liquidadas a precios administrados por el Banco Central se apoya en una serie de normas regulatorias de tercera y cuarta categoría, que se inspiran en el nazismo. Y que deben ser derogadas para brindar la seguridad jurídica que permita la necesaria inversión, que este gobierno dice respaldar.

En 2014 tuvimos el privilegio de recibir en Argentina al gran economista español Pedro Schwartz, quien presidía la Sociedad Mont Pelerin de economistas. En su disertación brindada en la Universidad católicas Argentina, destacó que el control de cambios así como se lo conoce actualmente fue diseñado e implementado por Hitler, para poder así confiscar el patrimonio de los empresarios a su antojo.

https://twitter.com/Willy_Covernton/status/534456761449975808?ref_src=twsrc%5Etfw&ref_url=https%3A%2F%2Fes.panampost.com%2Fbelen-marty%2F2014%2F11%2F20%2Fescuela-austriaca-de-economia-ofrecio-soluciones-a-crisis-argentina%2F&tfw_creator=belenmarty&tfw_site=PanAmPost_es

Afortunadamente la ciudadanía en su conjunto ha rechazado masivamente en las urnas, a todos los proyectos hegemónicos y autoritarios que han pretendido avasallar a la libre empresa. La alianza que integra la desafortunada diputada fue elegida para terminar con esas pretensiones inconstitucionales. Ahora deberá honrar ese compromiso, bajo pena de perder su banca.

Y finalizo con una nota de color. La legisladora pretende poner en deuda al sector productor, alegando que su gobierno apoyó al agro reduciendo las retenciones a las exportaciones. Y olvida, patéticamente, que las retenciones a la soja todavía no han sido eliminadas, como se había prometido repetidamente durante la campaña electoral de la alianza. Y el grado en que han sido reducidas es ínfimo. El gobierno continúa confiscando casi un tercio de la facturación bruta, (antes de deducir los gastos), a este esforzado grupo de empresarios que son de los muy pocos que han desarrollado tanta competitividad internacional, que aun así logran mantenerse en el negocio. No sabemos por cuanto tiempo.

 

Guillermo Luis Covernton es Dr. En Economía, (ESEADE). Magíster en Economía y Administración, (ESEADE). Es Profesor Titular Ordinario de Finanzas Públicas, Macroeconomía, y Emprendimiento de Negocios en la Pontificia Universidad Católica Argentina, Santa María de los Buenos Aires, (UCA). Ha sido profesor de Microeconomía, y Economía Política en la misma universidad. Fue Profesor Titular de Proceso Económico en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, (UFM). Fue secretario de Confederaciones Rurales Argentinas, corredor de granos y miembro de la Cámara Arbitral de Cereales de la Bolsa de Comercio de Rosario. Fue asesor de la Comisión Nacional de Valores para el desarrollo de mercados de futuros y opciones. Fue director académico de la Fundación Bases. Es empresario y consultor.  Preside la asociación de Ex alumnos de ESEADE.

Oxfam, la desigualdad, la riqueza y la corrección política

En estos días nos hemos visto bombardeados (1) por la publicación de un panfleto izquierdizante de Oxfam: ente multinacional que promueve la miseria, el estatismo y la falta de libertad, así como el respaldo a los gobiernos dictatoriales que se financian con ayudas internacionales.

Como muy bien se ha ocupado de difundir el Acton Institute en sus documentales de la organización «Powerty Cure»,(2) estos mecanismos no solo no ayudan a los países menos desarrollados, sino que generan alteraciones de la demanda, los precios y la provisión de bienes y servicios de tal magnitud que imposibilitan la correcta evaluación de proyectos de inversión, y el desarrollo de nuevas empresas. Y por ende, se ven privados de poder recibir inversiones de países extranjeros, de remunerar la creatividad y la empresarialidad latente en cualquier individuo, y de generar una sociedad más justa.

Y con esto, condenan a los más desfavorecidos, en países menos desarrollados a ser víctimas del clientelismo político y de la corrupción descarada de los sátrapas que los gobiernan e espaldas de los sanos principios republicanos y de una democracia madura.

El organismo explota la sensibilidad de los poco informados y afirma extremos que se han demostrado claramente falsos, como bien destaca un interesante análisis de Diego Sanchez de la Cruz. (3)

Todo esto nos inhibiría de ahondar en el desenmascaramiento de estas falacias, financiadas por las organizaciones de izquierda, si no se nos ocurriera, además, destacar un tema sobre el que pareciera que nunca se insiste demasiado: Esto es la verdadera génesis de la riqueza. Es decir, de cómo pasamos de una caverna al hiperespacio, la productividad a base de trabajo virtual y la verdadera formación de la riqueza.

Un gran economista, de quien tuve el privilegio de recibir lecciones y quien me delegara una cátedra, Manuel Ayau Cordón, iniciaba siempre sus cursos recordando que el estado natural del hombre era la extrema pobreza. Nuestra civilización nació, vivió y evolucionó, a partir de estar desnudos en una caverna, sin nada que les garantizara la supervivencia más allá de unas horas. Ignorando el universo que nos rodeaba, por más del 90 % del tiempo en que habitamos esta tierra.

La única fuente de nuestra actual prosperidad, como muy bien lo titulara otro de mis maestros, el Dr. Israel Kirzner, es la «Creatividad, el Capitalismo y la Justicia Distributiva» que se derivan del proceso de mercado y a partir de los intercambios libres y voluntarios de los agentes económicos. (4) Quienes estén particularmente interesados, pueden profundizar en dicha obra que, como alguien expresara, es:

«Una de las obras maestras de Israel Kirzner, donde destaca la importancia del empresario en los procesos de mercado, donde muestra el proceso dinámico del mercado (derribando las críticas al mercado típicas del socialismo y de las políticas redistributivas que consideran erróneamente que la riqueza y recursos es algo dado y estático. Kirzner muestra que la creatividad y el descubrimiento son básicos en la generación y creación de recursos, cambiando así de manera radical la manera de entender los criterios de justicia redistributiva, mostrando cómo el capitalismo mejora eficazmente el bienestar material de las sociedades, sin que ello comporte el coste moral que le achacan sus críticos.»

Creemos que el principal error crucial del planteo de Oxfam es esta falacia tremenda del socialismo ponzoñoso y confrontante de asumir que la riqueza está dada y que solo hay que redistribuirla.

Si esto fuera así, estaríamos perdidos, toda vez que los 300 mil homo sapiens que agonizaban de hambre 100 mil años atrás, podían distribuirse entre ellos toda la riqueza del mundo. Y hoy, hay que hacerlo entre 7000 millones. Y pese a eso somos infinitamente más ricos. No solo que esos homo sapiens de hacen 100 mil años. Un hombre que vive en un barrio careciente, en viviendas precarias, en una capital de latinoamérica como puede ser Buenos Aires es hoy mucho más rico que el hombre más rico de Francia, hacen apenas 300 años atrás: Como nos muestra la historia, el rey de Francia en aquellos años, carecía de agua potable, vacunas, antibióticos, internet, televisión satelital, comunicaciones celulares, y la posibilidad de estudiar el universo que nos rodea, en la magnitud y la profundidad que hoy puede hacerlo cualquier niño en edad escolar, en uno de esos asentamientos urbanos. Nos falta muchísimo por recorrer. Pero hay estimaciones que hablan de que en el 2030 podríamos erradicar la pobreza del mundo. Como lo indican las Metas y Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (5). Muy autorizadas opiniones coinciden con estos objetivos. Vemos como personas que han demostrado claramentew como generar riquezas, estiman como muy viable el logro de estas metas (6). No en base a quimeras y utopías socialistas, estatistas y dictatoriales, sino permitiendo el ejercicio del libre albedrío, liberando la iniciativa privada individual, generando el marco jurídico y la necesaria protección a la innovación, el cumplimiento de los contratos y la defensa de la propiedad privada de las inversiones y sistemas de producción.

Pero el punto sobre el que me gustaría enfatizar es: ¿Quiénes son los demonizados por Oxfam? ¿Quiénes son los que merecen el castigo de estos estatistas delirantes?: Veamos:

«A la cabeza de la lista se encuentran Bill Gates, fundador de Microsoft, con una riqueza que asciende a 75,000 millones de dólares; el español Armando Ortega, fundador de Inditex, con 67,000 millones de dólares y Warren Buffet, director ejecutivo de Berkshire Hathaway, con 60,800 millones de dólares.

Los otros cuatro son: Jeff Bezos, fundador de Amazon, con una riqueza de 45,200 millones de dólares; el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, con 44,600 millones de dólares; Larry Ellison, cofundador de Oracle, con 43,600 millones de dólares; y por último Michael Bloomberg, fundador de Bloomberg LP, quien cuenta con una fortuna de 40,000 millones de dólares.» (7)

Como podemos ver, todos ellos son emprendedores en el estricto sentido de la palabra. Es inadmisible plantearse la mera posibilidad de atacar sus patrimonios, obtenidos en forma pacífica y a través de intercambios libres y voluntarios. Han sido los consumidores, con sus decisiones autónomas sobre sus compras y abstenciones de comprar los que han forjado sus fortunas.

Ha sido la visión y capacidad de lograr una mejor asignación de recursos lo que ha generado esa riqueza. Tanto Gates como Larry Ellison, diseñaron y perfeccionaron herramientas que incrementan de tal modo la productividad de sus usuarios, que estos han producido riqueza en exceso, que no solo ha elevado su nivel de vida sino que les ha permitido pagar los precios que estos empresarios proponian. Ortega y Bezos crearon negocios en ramas que ya existían, pero logrando fuertes mejoras en la logística, economía de escala y asignación de factores, que han posibilitado a los consumidores acceder a muchos más bienes y servicios, a precios más bajos.

Buffet y Bloomberg han accedido a su fortuna solo por haber logrado mejores asignaciones de recursos, inversiones, una adecuada evaluación de riesgos y el acceso de capitales y ahorros a empresas y productores. Zuckerberg dio a luz un modelo de negocios y una forma de comunicarnos que es prácticamente gratis para sus usuarios. Que nada pueden reclamarle ya que derivan una inmensa gama de posibilidades de comunicación y aprendizaje, sin comparación con el costo que les implica.

En definitiva, ninguno de ellos se ha apoderado de la plusvalía de nadie. Ni derivan su riqueza de la apropiación indebida de recursos dados o estáticos. La prosperidad y el crecimiento se basan precisamente en innovación, descubrimiento, creación, diseño de estrategias, bienes o servicios.

La economía no es ni nunca será un juego de suma cero, como lo conciben los socialistas totalitarios y estatistas, que proponen redistribuir en base a impuestos regresivos lo que los agentes económicos ya han distribuido previamente a través de la legitimidad de las ganancias y las pérdidas empresariales.

 

(1)  http://elpais.com/elpais/2017/01/13/planeta_futuro/1484311487_191821.html

http://eleconomista.com.mx/finanzas-publicas/2017/01/16/ocho-hombres-riqueza-medio-planeta-oxfam

(2) https://www.youtube.com/user/povertycure

http://www.povertycure.org/

(3)  http://www.libremercado.com/2017-01-17/diego-sanchez-de-la-cruz-el-igualitarismo-anticapitalista-de-intermon-oxfam-ataca-de-nuevo-81145/

(4) https://www.amazon.es/Creatividad-capitalismo-y-justicia-distributiva/dp/8472092909

(5) http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/poverty/

(6) https://megaricos.com/2016/07/01/bill-gates-podemos-erradicar-la-pobreza-para-2030/

(7) http://eleconomista.com.mx/finanzas-publicas/2017/01/16/ocho-hombres-riqueza-medio-planeta-oxfam

Inflación: La Batalla del Siglo XX

El Dr. Covernton expone una charla de introducción a la problemática de la inflación, inversiones, gasto público y política monetaria.

 

Europe We’re With You: Don’t Give Up Your Liberal Values

Publicado el 3/12/15 en: http://blog.panampost.com/guillermo-covernton/2015/12/03/europe-were-with-you-dont-give-up-your-liberal-values/?utm_content=buffer7ee45&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer

 

Not an Inch to Islamist Terrorists

Across the world, people have responded to the coordinated terrorist attacks in Paris with condolences, sorrow, and pain. But the carnage has also sparked criticism of migration policies, gun control, civil rights, national security, and borders.

It must have been terrifying: teenagers running through streets, restaurants, and theaters with military-grade automatic weapons and bombs, murdering people in cold blood that they had never met.

It begs the question: why?

Just like scientists can only defeat diseases that they have studied, we can only face the threats that we know and understand.

Economists study human action: we try to understand why people behave the way that they do; how they make subjective valuations; and what incentives and goals they have.

The goal of the Paris terrorists was not to simply kill as many people as possible or somehow influence public opinion. Their real targets were the country’s institutions, France’s government, so they can force a democracy to act differently.

They are trying to put a nation on her knees and force her to comply with Islamistdemands. It’s extortion, pure and simple. Their message is clear: if you do not change your laws, the attacks will continue.

Who were the attackers? The Islamic State, an organization that has tried to occupy as much territory as it can in Asia, Africa, and even Europe. They seek to impose the shari’a, a set of Islamic laws that regulate the most intimate aspects of life, dictating how people must live, learn, value and treat women, trade, worship, and other more menial customs that are equally invasive.

In sum, they are a ruthless armed band who have no respect for a country’s laws and moral codes. Financed and trained abroad, they have one goal: to obstruct the democratic decision-making process and infringe upon individual rights, the hallmarks of our western values.

The strategy is to divide and undermine the legitimacy of the governments they target.

They try to generate public reactions toward policies that, up to the point of the attacks, had been widely accepted: the rule of law, a constitutional republic, and western Christian values. For example, the tolerance of foreigners, the acceptance of differences, debate and respect for dissent, freedom of religion, education, and expression, and the right to raise your children how you see fit: they have none of it.

Wherever they rule through force, they destroy other faiths, plunder the population, and sell the women into sexual slavery to placate the mercenaries.

Europe is concerned, surprised, and perplexed. They could not have anticipated these attacks.

We have a  moral duty to support the European public, help them, and make them realize what they are facing. When Latin America and Africa both suffered from the guerrilla threat in the 1960s and 1970s, educated and progressive Europeans did not understand us.

Totalitarian governments trained and equipped the murderous guerrilla with funds collected at gunpoint in countries with no democracy, republican values, or individual rights. While Marxism sought to extort and enslave our continents, Europe stood by, indifferent, if not complicit.

Let’s not commit the same mistake. Let’s help them understand and overcome this threat.

The Americas can show them the way. The best of our democratic republics and liberal constitutions, coupled with respect for different cultures and religions, can help shake off the fear.

The tools of Islamism are nationalism, xenophobia, intolerance, summary trials, and the closing of borders and trade — all values which are very prevalent in the Old World.

We must help Europe find its way and understand the liberties that their traditions, history, and culture have bestowed upon them.

What makes us democratic citizens is our blunt and full support for our constitutions’ underlying principles, the undeniable values of freedom, equality before the law, and respect for democratic institutions. These are values that have and will continue to rule these lands.

That is the only lesson the Americas can give to end terrorism.

América le da una mano a Europa en su momento más difícil

Publicado el 13/11/15 en: http://esblog.panampost.com/guillermo-covernton/2015/11/18/america-le-da-una-mano-a-europa-en-su-momento-mas-dificil/?utm_content=buffer6d3f2&utm_medium=social&utm_source=twitter.com&utm_campaign=buffer

 

 

Mostremosle el camino y ayudémoslos a entender lo que sus tradiciones, historia y costumbres les han negado a lo largo de la historia

La sucesión de hechos de sangre, sincronizados y coordinados, que sufrieron el pasado viernes, 13 de noviembre, los parisinos ha generado una ola masiva de manifestaciones públicas. Condolencias, lamentaciones, expresiones de piedad y de dolor. Pero también críticas a políticas migratorias, de control de armas, cuestionamientos a la vigencia de los derechos civiles y a políticas de seguridad y de integración internacional, entre muchas otras.

La situación se mostró dantesca: jóvenes de entre 15 y 18 años, corriendo entre el público con armas automáticas militares y bombas, en restaurantes, teatros, estadios deportivos y las calles, asesinando indiscriminadamente a personas que ni siquiera conocían y contra las que no tenían ningún motivo personal para segar sus vidas.

La pregunta obligada es ¿por qué?

Sólo podemos enfrentar las amenazas que conocemos y entendemos. Del mismo modo que el científico sólo puede vencer a la enfermedad que ha estudiado

La verdadera materia de estudio del economista es la acción humana. Entender por qué los hombres actúan del modo en que lo hacen. Cómo operan las escalas de valores subjetivas de cada individuo, los incentivos y la elección de medios y fines.

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Todavía no hay ninguna explicación posible para justificar los ataques terroristas del Estado Islámico ocurridos en París. (Twitter)

Las personas que actuaron ayer en París no buscaban matar a las personas que murieron, ni influir en su voluntad de modo alguno. Buscaban atacar las instituciones, al Gobierno de un país, y torcer su voluntad, obligando a un Gobierno elegido de forma democrática a actuar de una manera diferente. Pretenden poner de rodillas a una nación entera y obligarla a cumplir con la voluntad de los atacantes islamistas. Su accionar es extorsivo. Su advertencia es clara: si no cambian sus políticas, seguiremos atacando.

¿Quiénes son los atacantes? El Estado Islámico, una organización que pretende ocupar el territorio de la mayor cantidad de países que pueda. En Asia Menor, África y aún en Europa. Para imponer allí la sharía, la ley islámica, un cuerpo de normas que se inmiscuye en los aspectos más íntimos y personalísimos de los seres humanos, condicionando su forma de vida, su educación, la forma de educar, tratar y valorar a la mujer, las ramas del comercio que se han de permitir, las religiones que se han de practicar (sólo una) y un sinnúmero de costumbres mundanas mucho menos relevantes, pero que afectan de igual modo la individualidad y la autonomía de la voluntad.

En definitiva, una banda armada, sin piedad, ni respeto por las normas de conducta y las leyes libremente aceptadas y elegidas por el país, asesina, amenaza y extorsiona, para imponer su voluntad a una nación soberana. Financiados y entrenados desde el exterior. Con el claro objetivo de afectar los mecanismos de decisión democrática y los derechos individuales de los ciudadanos, que son inherentes a la persona humana, por su condición de tal, y cuyo reconocimiento caracteriza a nuestra cultura y valores.

La táctica apunta a dividir, socavar los cimientos de legitimidad del Gobierno de los países a los que atacan. De esta manera, pretenden generar reacciones frente a políticas que, hasta los ataques, eran masivamente aceptadas, en un contexto social donde impera el Estado de derecho, la república democrática y los valores de occidente cristiano.

La tolerancia al extranjero, la aceptación de las diferencias, la discusión y respeto por el disenso, la libertad de culto, de comercio, de educación, de prensa y de educar a los hijos como sus padres lo consideren mejor son algunos ejemplos.

Nada de esto es aceptado por los atacantes. En los territorios donde se han impuesto por la fuerza de las armas, el saqueo de las riquezas de los invadidos es la fuente de financiamiento, las mujeres de los sometidos son una mercadería para sobornar a sus mercenarios apátridas, los lugares de culto y las costumbres religiosas son borradas y su reivindicación es causa de martirio.
Europa está consternada, sorprendida y perpleja. No lo esperaban ni lo conocían.

Nuestro deber moral es apoyarlos, ayudarlos y hacerles entender. Cuando América Latina y África sufrieron la misma amenaza, en las décadas de 1960 y 1970, la Europa culta y progresista no nos comprendió. Guerrilleros asesinos eran entrenados y equipados en países totalitarios, con fondos conseguidos mediante la confiscación y el saqueo de países oprimidos, en donde no existía ni la democracia, ni la república, ni los derechos individuales. Y mientras la prédica marxista buscaba extorsionar y esclavizar a nuestros países Europa se mostraba indiferente, sino cómplice.

No cometamos el mismo error. Ayudémoslos a entender y a superar la amenaza.

Sólo los americanos podemos mostrarles el camino. Sólo nuestras repúblicas democráticas, nuestras constituciones liberales, nuestro respeto por las costumbres, religiones y formas de vida diferentes pueden ayudar en este trance espantoso.

Los nacionalismos, la xenofobia, la intolerancia, la condena previa al inocente, el cierre de las fronteras y el comercio son las herramientas del islamismo. Todas costumbres y disvalores muy difundidos en la vieja Europa. Un continente que empezó a mirar con cierto interés a los valores de la América que se emancipó mucho antes que ellos de ese yugo, y con éxito, sólo cuando las dos mayores guerras que jamás vio el mundo los dejaron exhaustos y aterrados.

No cometamos el mismo pecado. Mostrémosle el camino. Ayudémoslos a entender lo que sus tradiciones, historia y costumbres les han negado.

Lo único que hace a alguien ciudadano de una de nuestras democracias, es la adscripción sin ambages ni reservas a los valores de nuestras constituciones. La aceptación incuestionable de los valores de la libertad. La sumisión absoluta al imperio de la ley, es decir el estado de derecho, y el respeto por las instituciones democráticas. Para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los que quieran poblar nuestro suelo.

 

Cómo puede recuperar Argentina el rumbo económico perdido

Publicado el 13/11/15 en: http://esblog.panampost.com/guillermo-covernton/2015/11/13/como-puede-recuperar-argentina-el-rumbo-economico-perdido/#.VkYmhkRq6Xc.twitter

 

El Gobierno no puede echar mano del dinero de terceros, y debe recuperar los superávit fiscales para lograr un incremento de las reservas.

El Banco Central se ha convertido en una caja chica de intereses políticos. (Radio Premium)

El Banco Central se ha convertido en una caja chica de intereses políticos. (Radio Premium)

Las reservas del Banco Central argentino se están agotando. Ese uno de los comentarios más escuchados a partir de los diversos análisis y comentarios sobre la composición de la cartera del Banco Central. Esto genera preocupaciones sobre qué herencia va a recibir el próximo Gobierno, que asumirá el 10 de diciembre.

La preocupación es muy genuina, si recordamos que la conducción saliente (en una república), solo ha debido ser el administrador de esas reservas y no podía ni disponer de ellas a su antojo, ni dilapidarlas, cosa que evidentemente ha ocurrido.

El nivel de reservas, como sostiene el consultor económico y financiero Miguel Ángel Boggiano, refleja un estado de virtual quiebra de la entidad, ya que se han utilizado, incluso, fondos de terceros. Y el remanente carece de liquidez.

A efectos de poder atribuir responsabilidades quiénes han llevado a la entidad a tal estado de quiebra resulta de gran interés determinar estos montos a la brevedad y con precisión.

Pero una vez clarificado este asunto, que es solamente materia de pericia contable, solo un tema de auditoría, lo que importa y abruma a la mayoría de los ciudadanos es cómo se gobierna frente a esa situación, y qué angustias y privaciones le corresponderán a la ciudadanía ante esta debacle.

Es necesaria una cuota de sentido común.

Un banco central puede enfrentar tres situaciones: perder reservas, mantenerlas, o aumentarlas. La primera hipótesis es la que ha experimentado Argentina durante el último año bajo la presidencia de Cristina Kirchner. Pero dejemos de lado, por un rato, a la primera, porque, como cualquier honesto padre de familia puede darse cuenta, es insostenible en el largo plazo.

El máximo poema argentino, Martín Fierro de José Hernández, describe lo absurdo de plantearse el objetivo de perder reservas en forma crónica, porque “no hay plazo que no se cumpla ni tiento que no se corte”.

Tal política solo puede encontrarse en una administración que abandona el poder vapuleada por el esperable resultado de su propia falta de idoneidad y de honestidad. Entonces solo nos queda por asumir que un futuro Gobierno —con cuatro, y hasta ocho años por delante— decidirá tomar al toro por las astas.

El próximo presidente no podrá disponer de las reservas para pagar deuda o intereses, hasta que no logre recomponerlas con fondos de propiedad del Estado, algo que solo se puede lograr con superávit fiscal.

Entonces, ¿cómo se gobierna con un banco central que mantiene sus reservas o las incrementa? La respuesta es sencilla: el Gobierno no necesita utilizar las reservas del Banco Central para su normal funcionamiento. Las reservas de divisas del Banco Central no son la tesorería del Poder Ejecutivo.

El Gobierno paga gastos corrientes con los pesos que recibe por el cobro de impuestos domésticos. Las reservas de divisas del Banco Central solo se necesitarían disponer para amortizar deuda externa, o para el pago de los intereses de deuda.

A un banco central que mantiene sus reservas o las incrementa, le dará lo mismo tener $5, $100, $10.000 o $50.000 millones. Porque no los utilizará.

El próximo Gobierno no podrá pagar deuda externa ni servicios de esta deuda hasta que no genere un superávit fiscal genuino que le permita adquirirle a los exportadores parte de las divisas que estos generan con su comercio.

Esta demanda ampliada, a su vez, elevará el precio de la divisa e impulsará mejores precios para nuestras exportaciones, mayor rentabilidad, más demanda de factores de producción no importables, suba de salarios reales y crecimiento genuino, por mayor inversión de utilidades en negocios ahora rentables.

Cualquier otro planteamiento de contabilidad creativa o de manipulación del tipo de cambio es incompatible con la protección al libre comercio, a la propiedad privada y al Estado de derecho, que exige que no haya tributo sin ley. Está implícito en las garantías constitucionales.

Lo que abruma a la opinión pública es que una década o más de ausencia de estado de Derecho ha generado una importante confusión en la ciudadanía.

En las reservas del Banco Central actualmente se contabilizan activos propios del Gobierno nacional, y activos de propiedad de terceros. Como ejemplo pueden mencionarse los encajes de los depósitos en dólares de los bancos comerciales, préstamos internacionales, como lo que llaman “swap chino”, o activos propios del Estado nacional, como pueden ser las divisas compradas con superávit fiscal.

Creer que las reservas del Banco Central deberían usarse para pagar importaciones de empresas comerciales, o para pagar dividendos al exterior de empresas extranjeras, es muy propio de la confusión generada por vivir en una tiranía.

El Gobierno no puede echar mano del dinero de terceros, depositado compulsivamente en el Banco Central. Asimismo, debe cesar en esta conducta ilegal de obligar a los particulares a liquidar sus exportaciones en el plazo y al precio que al Gobierno se le ocurra, ingresándola al Banco Central y pretendiendo luego disponerlas como propias.

Las empresas comerciales, en un estado de Derecho, respetuoso de nuestra constitución vigente, pagan sus importaciones con divisas que adquieren a los exportadores de bienes y servicios o que reciben por sus propias exportaciones. Las empresas extranjeras giran utilidades que obtienen de sus mismas exportaciones o que le adquieren a las empresas que exportan.

Incluso en el supuesto de que a un país no le interese mantener la solidez de su moneda, la no aceptación de su moneda, por parte de los demás países lo vuelve a la realidad y lo obliga a respetar esta máxima.

En un país que respete la independencia de poderes, la legalidad y el estado de derecho, no caben ninguno de estos actos.

Tampoco cabe que se subsidie a empresas ineficientes, que necesitan componentes importados para armar mercaderías caras y de baja calidad, asignándoles parte de esas divisas, de propiedad de los exportadores, a precios subsidiados.

El Gobierno deberá dejar de conculcar los derechos individuales de los ciudadanos, deberá cesar en expropiar a algunos y subsidiar a otros ilegalmente y tendrá que permitir la libre negociación de divisas por parte de sus legítimos dueños, de modo tal que cualquiera que quiera importar bienes o servicios le compre a aquellos que exportan.

Esta enorme masa de exportaciones, sin impuestos confiscatorios ni discriminatorios, aportará muchas más divisas que las que el mercado podría comprar a precios rentables. Lo cual generará la solución al problema de estrangulamiento externo que padecemos.

Por todo esto, queda muy claro que es lo que deberá hacer el próximo Gobierno, del signo que sea, si pretende no reincidir en la tiranía, tal y como la ha ejercido el ejecutivo saliente.

La situación de las reservas del Banco Central de la República Argentina, el estado de derecho y el tipo de cambio.

En los últimos días se han filtrado una serie de comentarios, de diversas fuentes, que reflejan una muy genuina preocupación por el monto líquido de las reservas de divisas  en el BCRA. Preocupa, con razón,  poder determinar que va a recibir el próximo gobierno argentino, que asuma el poder ejecutivo el 10 de diciembre del corriente año.

http://www.lanacion.com.ar/1843960-las-reservas-del-banco-central-cayeron-hoy-268-millones-de-dolares?utm_campaign=Echobox&utm_medium=Echobox&utm_source=Twitter#link_time=1447111626

Al respecto, creo que es oportuno hacer algunas reflexiones,  que nos permitan analizar el problema con claridad.  Como he dicho, la preocupación es muy genuina, si recordamos que la conducción  saliente, en una república, solo ha sido el administrador de esas reservas y no podía ni disponerlas a su antojo, ni dilapidarlas, cosa que evidentemente ha ocurrido.

El nivel de reservas, según opiniones muy autorizadas, refleja un estado de virtual quiebra de la entidad, ya que se han utilizado, incluso, fondos de terceros. Y el remanente carece de liquidez.

En una columna reciente, Miguel Angel Boggiano explica el asunto con claridad meridiana.

http://www.cronista.com/columnistas/Las-reservas-del-Central-estan-en-cero-20151109-0037.html

A efectos de poder atribuir responsabilidades a quienes han llevado a la entidad a tal estado de quiebra resulta de gran interés, determinar estos montos a la brevedad y con precisión.

Pero una vez clarificado este asunto, que es solamente materia de una pericia contable, solo un tema de auditoría; lo que importa y abruma a la mayoría de los ciudadanos es como se gobierna frente a esa situación, y que angustias y privaciones le corresponderán a la ciudadanía, ante esta debacle.

Y es en este sentido que quiero permitirme una cuota de necesario sentido común.

Un banco central puede enfrentar, sencillamente tres situaciones, a saber: perder reservas, mantenerlas, o aumentarlas. Dejemos de lado, por un rato, la primera hipótesis, que es claramente la que se ha venido experimentando en el último año, con la actual administración. Sencillamente porque, como cualquier honesto padre de familia puede darse cuenta, es simplemente insostenible en el largo plazo.

Como dijimos: Plantearse el objetivo de perder reservas en forma crónica es un absurdo, porque como dijera el autor de nuestro poema máximo, “no hay plazo que no se cumpla ni tiento que no se corte”.  Tal política solo puede encontrarse en una administración que abandona el poder vapuleada por el esperable resultado de su propia falta de idoneidad y de honestidad. Entonces deberemos asumir que la futura administración, con un horizonte de 4 años a la vista y posibilidad de otros 4 a posteriori,  tomará al toro por las astas.

Luego, deberemos centrarnos en las otras dos. El próximo presidente no podrá disponer  de las reservas para pagar deuda o intereses, hasta que no logre recomponerlas con fondos de  propiedad del estado. Cosa que solo se logra con superávit fiscal.

Respondamos, entonces,  ahora a la pregunta: ¿Cómo se gobierna con un banco central que mantiene sus reservas o las incrementa? Cuando pensamos en esto tomamos cabal conciencia que el gobierno no necesita utilizar las reservas para su normal funcionamiento. Las reservas de divisas del banco central no son la tesorería del poder ejecutivo.

El gobierno paga gastos corrientes con los pesos que recibe por el cobro de impuestos domésticos. Las reservas de divisas del Banco Central solo se necesitarían disponer para amortizar deuda externa, o para el pago de los intereses de deuda.

A un banco central que mantiene sus reservas o las incrementa, le dará lo mismo tener cinco, cién, diez mil o cincuenta mil millones. Porque no las utilizará.

El próximo gobierno no podrá pagar deuda externa ni servicios de esta deuda, hasta que no genere superávit fiscal genuino que le permita adquirirle a los exportadores, parte de las divisas que estos generan con su comercio. Esta demanda ampliada, a su vez, elevará el precio de la divisa e impulsará mejores precios para nuestras exportaciones, mayor rentabilidad, más demanda de factores de producción no importables, suba de salarios reales y crecimiento genuino, por mayor inversión de utilidades en negocios ahora rentables.

Cualquier otro planteo de contabilidad creativa o de manipulación del tipo de cambio es incompatible con la protección al libre comercio, a la propiedad privada y al estado de derecho, que exige que no haya tributo sin ley. Está implícito en las garantías constitucionales.

Por otra parte, la imposibilidad de pagar deuda o intereses no puede ser mucho más preocupante que la actual, ya que, en los hechos, nuestro país ha caído en cesación de pagos forzosa y sin pactar ni plazos ni posibilidades de refinanciamiento, hace ya mucho tiempo. Para cualquier acreedor, una situación de racionalidad económica y de respeto por la propiedad y los derechos individuales implica una mejora monumental del valor de su acreencia, hoy devaluada por la situación de impago. Nadie exige cobrar lo que sabe que no existe. Y el gobierno entrante podrá sentarse  replantear plazos por el capital e intereses de la deuda.

Lo que abruma a la opinión pública es que una década o más de ausencia de estado de derecho han generado una importante confusión en la ciudadanía.

En las reservas del Banco Central actualmente se contabilizan activos propios del gobierno nacional, y activos de propiedad de terceros. Como ejemplo pueden mencionarse los encajes de los depósitos en dólares de los bancos comerciales, préstamos internacionales, como lo que llaman “Swap chino”, o activos propios del estado nacional, como pueden ser las divisas compradas con superávit fiscal.

Creer que las reservas del Banco Central deberían usarse para pagar importaciones de empresas comerciales, o para pagar dividendos al exterior de empresas extranjeras es muy propio de la confusión generada por vivir en una tiranía.

El gobierno no puede echar mano del dinero de terceros, depositado compulsivamente en el Banco Central. Asimismo, debe cesar en esta conducta ilegal de obligar a los particulares a liquidar sus exportaciones en el plazo y al precio que al gobierno se le ocurra, ingresándola al BCRA y pretendiendo luego disponerlas como propias. Esta disposición es una aberración jurídica inventada por el gobierno nazi de Hitler y luego copiada por regímenes de facto de similar signo. Y es incompatible con el estado de derecho.

Las empresas comerciales, en un estado de derecho, respetuoso de  nuestra constitución vigente, pagan sus importaciones con divisas que adquieren a los exportadores de bienes y servicios o que reciben por sus propias exportaciones. Las empresas extranjeras giran utilidades que obtienen de sus mismas exportaciones o que le adquieren a las empresas que exportan. Este mecanismo, que es claramente conocido por cualquier  persona honesta que haya aprobado un curso elemental de economía, y que fuera descubierto hacen ya más de 250 años, es válido para un sistema de patrón oro, o de tipo de cambio fijo, pero también es absolutamente válido para un país que no pueda emitir divisas y que pretenda mantener el poder adquisitivo de su moneda local.

https://es.wikipedia.org/wiki/Mecanismo_de_flujo_especie-dinero

Incluso en el supuesto de que a un país no le interese mantener la solidez de su moneda, la no aceptación de su moneda, por parte de los demás países lo vuelve a la realidad y lo obliga a respetar esta máxima.

Es decir que, en un país que respete la independencia de poderes, la legalidad y el estado de derecho, no cabe que se le confisque a los exportadores una parte de su riqueza obligándolos a vender las divisas que obtienen por su comercio, a precio vil y en plazo perentorio a un Banco Central que luego les negará la posibilidad de recomprar divisas para pagar importaciones o girar utilidades a sus accionistas extranjeros.

Tampoco cabe que se subsidie a empresas ineficientes, que necesitan componentes importados para armar mercaderías caras y de baja calidad, asignándoles parte de esas divisas, de propiedad de los exportadores, a precios subsidiados.

El gobierno deberá dejar de conculcar los derechos individuales de los ciudadanos, deberá cesar en expropiar a algunos y subsidiar a otros ilegalmente y tendrá que permitir la libre negociación de divisas por parte de sus legítimos dueños, de modo tal que cualquiera que quiera importar bienes o servicios le compre a aquellos que exportan.

Queda claro que el precio de la divisa no podrá trepar demasiado y más bien caerá, cuando se  garanticen estos derechos, ya que actualmente hay una porción muy importante de las exportaciones que se liquidan a valores disparatadamente bajos, que no llegan ni al 50 % del precio al cual el estado le vende dólares a los asalariados que quieren protegerse de la inflación y ahorrar. O a los turistas que quieren ejercer su derecho constitucional de entrar o salir del país a su arbitrio.

Esta enorme masa de exportaciones, sin impuestos confiscatorios ni discriminatorios, aportará muchas más divisas que las que el mercado podría comprar a precios rentables. Lo cual generará la solución al problema de estrangulamiento externo que padecemos.

Obsérvese que no estoy discutiendo decisiones políticas. Un gobierno que pretendiera llevar adelante otro tipo de programa, en democracia republicana y respetando la constitución, debería ir al congreso y discutir derechos de exportación y subsidios a importadores, y pagar el costo político que esto implica. La experiencia del gobierno que está abandonando el poder en estos días, con su absurda “Resolución 125” parece haber dejado una lección que pocos políticos intentarían replicar.

Y la necesidad de renovar los mandatos de parte de los legisladores en el congreso, cada dos años, hace imposible pensar en estos mecanismos antijurídicos, si se pretende acceder al poder y mantenerse en el ejercicio de este, sin violentar el orden jurídico mediante el fraude, las candidaturas testimoniales, el avasallamiento de la prensa libre, y la reducción del congreso de la nación al papel de una mera escribanía de gobierno.

Por todo esto, queda muy claro que es lo que deberá hacer el próximo gobierno, del signo que sea, si pretende no reincidir en la tiranía, tal y como la ha ejercido el ejecutivo saliente.

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