GUILLERMO LUIS COVERNTON

Propuestas de estudio del Dr. Guillermo Luis Covernton: Economía – Políticas Públicas – Libertad – Humanismo Cristiano

Archivar para el mes “May, 2015”

Descalificaciones invaden el debate en universidad argentina

Publicado el 8/5/15 en http://esblog.panampost.com/guillermo-covernton/2015/05/08/descalificaciones-invaden-el-debate-en-universidad-argentina/

 

Lejos de exponer sus méritos y conocimientos, un profesor universitario recurre a descalificaciones prejuiciosas e ideológicas para criticar a un colega.

 

Diversos observadores, expertos en educación y graduados universitarios se plantean con alarma: ¿es la universidad pública argentina una usina de mediocres ideologizados? La pregunta adquiere vigencia frente a un hecho cuestionado y lamentable: nos referimos al disenso suscitado por el resultado del concurso de una cátedra de economía en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Comahue (UNC) de Argentina.

"Llama profundamente la atención de que sea el aspirante al cargo quien determina cuales son las ideas políticas, económicas y morales aceptables, en vez de ceñirse al estatuto universitario, que es el que fija este marco institucional".  (UPC)

Entre los cuatro candidatos que se postularon para ese puesto, fue designado un Ingeniero en Petróleo, graduado en la misma universidad.  Sin embargo, no había sido el ingeniero quien quedó en la mejor posición para acceder al cargo, sino el Dr. Pablo Guido, cuyo frondoso curriculum incluye un doctorado internacional en la materia, una maestría en Economía y Administración y dos títulos de grado, como licenciado en Economía y en Ciencias Políticas. Con 15 años de docencia universitaria en niveles de grado y posgrado en diversas universidades, y con diversas publicaciones científicas e investigaciones sobre la materia, puede probar las credenciales suficientes para asumir el cargo.

¿Es razonable que ocurra esto? ¿Cuáles pueden ser las razones que alimentan semejante controversia? En primer lugar, nos llama poderosamente la atención que el beneficiado por la controvertida decisión tiene menos méritos que cualquiera de los otros tres aspirantes que concursaron. Lejos de exponer sus méritos, conocimientos y demostrar que es versado en los temas que deberá abordar en la cátedra, solo se limita a descalificar al más idóneo, con argumentaciones que resultan, como mínimo, prejuiciosas e ideológicas.

En un artículo periodístico reciente, el aspirante a profesor destaca sus cuestionamientos a las universidades en las que su rival se formó, y en las que ha dictado cátedra, como si las mismas no estuvieran acreditadas internacionalmente muy por encima de la universidad en la que pretende dictar clases. Pretende sembrar dudas sobre el valor y la integridad académica de filósofos, intelectuales e investigadores laureados con los máximos premios internacionales, solo porque no sostienen sus mismas premisas. Una muestra de los prejuicios ideológicos y de neto corte clasista, muy propios del marxismo cultural que sostiene.

Sencillamente ha pretendido justificar la cuestionable decisión del jurado del concurso, refrendada luego por el consejo directivo de la universidad, pese a la disidencia de los consejeros alumnos —representantes de los verdaderos damnificados—, mediante la descalificación prejuiciosa y arbitraria del más calificado de los aspirantes.

El ingeniero le imputa a su competidor, y a todos quienes se hayan formado o hayan dictado cátedra en alguna de estas muy respetables y bien calificadas universidades, una serie de desvalores y calumnias que no tienen nada que ver con el quehacer académico. Este estilo descalificador y de barricada, que sería inadmisible incluso entre el inexperto alumnado en una universidad de las que realmente trascienden en el país, revela la inexistencia de méritos suficientes.

Asimismo recurre a afirmaciones antojadizas, sin documentarlas con citas de ningún tipo, un comportamiento casi instintivo para quien se dedica a la investigación académica. Pretende adjudicarle a un pequeño grupo de universidades privadas —a las que llama “usinas de ideas conservadoras”— la responsabilidad de los cuestionamientos que pesan sobre la universidad pública, sin percibir su propia responsabilidad y la importancia de sus actitudes, en desmedro de la universidad que busca integrar.

Incurre en una actitud irritante y ambigua cuando abusa de las instituciones formadas al amparo de la Constitución, la tradición de libertad, el derecho a estar en desacuerdo y la apertura intelectual que han caracterizado a las universidades argentinas en sus orígenes para pretender manejar una institución de la cual no es dueño, como si su sola opinión fuera la única determinante.

Su opositor, en cambio, demostrando la entereza moral de las personas educadas, se manifiesta perplejo por la arbitrariedad con la que pretende manejarse la designación de profesores en un ente que debería ser la cuna de la democracia y de los principios republicanos de los ciudadanos.

Universidades Estatales vs. Universidades Privadas

En Argentina tenemos dos tipos de universidades: las que son de propiedad de particulares, que tienen por lo tanto la obligación de ceñirse en sus programas y contenidos a lo que la sociedad en su conjunto prefiere y valora, bajo pena de no conseguir alumnos, no poder cobrar por su servicio educativo, perder su patrimonio y cerrar; y las otras, las que al no tener dueños, sino ser patrimonios estatales, corren el riesgo de caer en manos de grupos de sectarios, que pueden tomar de rehenes a los alumnos, dictar los contenidos que les vengan en gana y seguir dilapidando fondos públicos de pésima manera.

Precisamente, para evitar esto es que la legislación les obliga a concursar cátedras y a someterse a consejos directivos cuyas autoridades deben ser elegidas democráticamente. Y les está vedado actuar arbitrariamente —y mucho menos discriminar— a docentes por razones de diferencias en las ideas políticas, económicas, religiosas o morales de los candidatos.

Nada de esto parece ser percibido por el aspirante a docente universitario que genera todos estos cuestionamientos. Por un lado, afirma que el estatuto universitario exige valores morales, aunque al mismo tiempo demuestra no tenerlos al acusar a su competidor de conductas que no puede acreditar y que se fundan solo en los estudios de este y no en sus acciones. Para el ingeniero, estudiar ciertas ideas podría constituir una actividad delictiva, antidemocrática o antirrepublicana.

Llama profundamente la atención de que sea el aspirante al cargo quien determina cuáles son las ideas políticas, económicas y morales aceptables, en vez de ceñirse al estatuto universitario, que es el que fija este marco institucional. Paralelamente, ignora los artículos del estatuto universitario que obligan a la universidad a ser prescindente en materia ideológica, política, y religiosa, y asimismo a garantizar el pluralismo en materia académica. En sus estatutos no se admiten discriminaciones en los aspectos religiosos, raciales, ideológicos, o económicos. Algo que no solo es obvio, sino que, de ser tolerado, sería ilegal.

De la lectura de las manifestaciones del candidato beneficiado solo se deduce su desconocimiento palmario de la manera en que las personas desarrollan los mecanismos de colaboración social que les permiten a los individuos coordinar sus esfuerzos para el logro del bien común. Esto le impide ver que sus planteos sectarios y facciosos solo se pueden llevar adelante en una institución en la cual los alumnos no pueden hacer más que aceptar las directivas que se les imparten desde arriba, sin poder discutir, cuestionar, debatir ni perfeccionar ninguna de las teorías a las que pretende someterlos.

A nadie que haya asistido a una universidad seria y desarrollado una carrera académica se le escapa que las pretensiones del aspirante a docente no prosperarían en ninguna institución académica de renombre del mundo, ya que estas solo pueden acceder a posiciones de prestigio si hacen gala de apertura mental, respeto por el disenso, pluralismo intelectual, fomento de un clima de debate e intercambio de posiciones diferentes, y progreso de la ciencia mediante el estudio de las más diversas teorías.

Entre los idiotas y la deshonestidad intelectual

Un párrafo aparte merecería tratar de detectar el grado de deshonestidad intelectual y de perversión del carácter que implica el hecho de imputarle a alguien conductas antisociales, antidemocráticas, y contrarias al respeto por los derechos individuales, simplemente por el hecho de haber estudiado en determinada universidad, o por el hecho de que se cuestiona con argumentos clasistas a las personas que piensan diferente a los energúmenos de turno.

Es patético que idiotas —en la acepción griega del término— pretendan confundir al resto de los ciudadanos que financiamos con nuestros impuestos su lamentableperformance, tratando de tomarnos por tales.

Y a la vez, todo aquel que pretende ignorar que las universidades privadas crecen y prosperan, producen investigaciones, trascienden en el exterior y se ubican por encima de muchísimas de las estatales, en todos los rankings internacionales que utilizan metodologías objetivas, hace gala de una absoluta falta de honestidad intelectual. A pesar de cobrar por las enseñanzas que imparten, si las universidades privadas se desvían de su misión se quedarían sin financiamiento.

En la otra vereda se encuentran aquellos que viven tirando de la teta del Estado para luego malgastar los recursos en estériles posiciones ideológicas, perimidas y fracasadas en todas las sociedades en las que se intentó implementarlas, siempre por la fuerza de las bayonetas y nunca en un clima de libertad y respeto por los principios republicanos.

“La vigencia de las ideas de Ludwig von Mises, para la interpretación los problemas de Latinoamérica, en la actualidad.”

Ponencia presentada en el V Congreso Internacional “La Escuela Austríaca en el Siglo XXI”

Rosario: Noviembre de 2014.

 

En los últimos 20 años, los problemas de las economías emergentes de Latinoamérica se han ido acentuando. Algunos casos han sido más notorios que otros. Determinados países muestran dificultades económicas crecientes. Entre ellos, el nuestro quizás sea el ejemplo más conspicuo, Argentina presenta serias dificultades para entrar en una senda de crecimiento sostenido y desarrollo armónico, sin conflictos sociales. De hecho, la conflictividad social parece exacerbarse, cuestión que también intentaremos explicar aquí. Y tampoco muestra estabilidad suficiente como para hacer viables los proyectos de inversión, y de radicación de nuevas empresas o industrias, que demandan estudios y presupuestos de largo plazo. Claramente, estos son los emprendimientos que pueden ubicarnos en una senda de desarrollo sostenido, por su alta productividad. Esta es clave para mejorar la competitividad internacional, incrementar el ingreso de divisas, la integración con el resto del mundo y elevar el nivel de salarios. Si se compara este horizonte, con la realidad que mostraba nuestro país exactamente un siglo atrás, el contraste es tan notorio, como difícil de comprender, para el observador no especializado.

En este sentido lo explica muy detalladamente Cortés Conde.[1]

Esto puede llevar a muchos a tratar de buscar las causas en cuestiones coyunturales. O en el entorno cercano. O en circunstancias propias de la evolución de los mercados mundiales.

Nosotros, por el contrario tenemos un enfoque diferente en lo que hace a las causas de esta involución, ya no estancamiento, de la economía de nuestro país. No negamos que la coyuntura pueda tener alguna influencia, mejorando o empeorando la situación de fondo. Pero afirmamos que el problema, que no nos resulta exclusivo, y que también afecta en escalas diferentes a algunos de nuestros vecinos, puede tener causas estructurales, mucho más generales. No tiene que ver únicamente con específicas circunstancias puntuales. Sino, más bien, con el marco normativo, institucional, social, educacional, y específicamente, con enfoques que tienen una fuerte relación con el marco de ideas imperantes.

Una situación análoga, puede ser observada en un período que se inicia un siglo atrás, en otra sociedad pujante, que aparentaba estar a la vanguardia del desarrollo y que había mostrado signos característicos de prosperidad y crecimiento, aún salvando las distancias temporales. Me refiero a la sociedad plurinacional, pluricultural y plurireligiosa que se mantenía bajo el control de lo que se ha conocido como el “Imperio Austrohúngaro”.

Esa fue la cuna, el ámbito cultural en el que se formó y el marco macroeconómico en donde inició su carrera profesional Ludwig von Mises.

El enfoque que queremos desarrollar hoy, aquí, se basa precisamente en las circunstancias que pudo observar nuestro autor, en su específico ámbito de trabajo profesional, mientras se desempeñó como asesor de la “Cámara de Comercio de Viena”, y en los años subsiguientes a su forzado exilio, primero en Ginebra y luego en los Estados Unidos. Durante todo este tiempo, Mises se dedicó a estudiar el marco normativo y social, la evolución de la economía del Imperio, sus dificultades y limitantes, así como sus problemas estructurales. Y emitió una serie de juicios, recomendaciones y análisis, en una cantidad de artículos, escrito cortos y documentos de investigación que se conocen actualmente como “Los papeles perdidos”. Precisamente porque su forzada salida al exilio, fue repentina y en condiciones muy difíciles.  Estas afectaron directamente su seguridad personal, e hicieron que una proporción muy grande de estos trabajos se mantuvieran fuera del conocimiento del público por años. Estos trabajos fueron primero secuestrados por los Nazis, desde su departamento, para ser trasladado a Berlín, a efectos de ser estudiados. Mises conocía este despojo, como él mismo lo relata:

“Yo conservaba esas notas en mi apartamento en Viena, el cual mantuve luego de mi mudanza a Ginebra en 1934. Pero en Marzo de 1938 ellas desaparecieron junto con todas las demás pertenencias, cuando los Nacional Socialistas irrumpieron y lo saquearon” [2]

Y luego, subsecuentemente secuestrados por los soviéticos, tras la caída estrepitosa del Tercer Reich, en 1945 y llevados en bloque a Moscú.

Estos documentos de investigación permanecieron ignorados en occidente, durante casi 60 años, y vieron la luz, gracias al descubrimiento que hiciera en Moscú, el Dr. Richard Ebeling, Ph.D., en 1996.

A raíz de este hallazgo, y de la monumental tarea de clasificación, interpretación y traducción que dirigiera personalmente el Dr. Ebeling, se ha puesto a disposición de la comunidad académica internacional este importante legado.

En esta colección de artículos se nos revela un Mises muy diferente al que la mayoría conoce. No es ya un economista teórico, sino alguien muy analítico, detallado observador del acontecer económico de su entorno y con una destacable capacidad de análisis, comprensión, interpretación y síntesis. Que además evidencia gran solvencia a la hora de elaborar recomendaciones y medidas concretas, tendientes a sortear los problemas que él mismo describe.

Encontramos muy esclarecedor volver sobre este enfoque, prácticamente 80 años después. Y de paso queremos rendir un sentido homenaje a su descubridor y a quién clasificó, editó y publicó todo este material. Ya que el Dr. Ebeling, un verdadero amigo, fue quién allá por 2006, nos brindó todo su apoyo, asistiendo, participando y constituyéndose en uno de los principales oradores de este Congreso, en su primera edición, contribuyendo fuertemente a su difusión y crecimiento. Y dando origen a una deuda de gratitud impagable.

Veamos que observaba Mises en su patria, en la primera mitad del siglo XX y que lecciones podemos sacar, para analizar nuestra realidad actual, a partir de un artículo publicado en 1914-15.

A principios de siglo concretamente en los años 1912 – 1913, Austria – Hungría enfrentaba una severa crisis económica. Si bien la economía mundial mostraba estar pasando por la peor fase del ciclo, en opinión de Mises, la crisis Austro-Hungara era “ un incidente que ocurría independientemente de los eventos del mercado global, y sus causas y desarrollo solo podían ser explicados por las circunstancias particulares de la monarquía”.[3]

El estado de cosas en los Balcanes había provocado un endurecimiento del mercado monetario. Había serias sospechas de que podía producirse un estado de guerra.

El nivel de crédito se había extendido de tal modo que el Secretario del Banco de Hungría, había advertido contra tal extensión del mismo.  Y anunció una estricta política crediticia.

Asimismo, Mises advertía que Böhm Bawerk, en un artículo reciente, intentaba explicar el déficit creciente en el balance comercial. Que se debía, en su opinión a que: “ ha sido dicho y parece muy acertado, que muchos individuos privados viven mucho más allá de sus medios genuinos. Pero incluso, las reparticiones oficiales están haciendo lo mismo. Las jurisdicciones comunales, regionales y nacionales rivalizan en aumentar sus niveles de gasto público. El incremento de los ingresos no acompaña al de los gastos y ha debido ser financiado asumiéndose deudas. El mercado local de crédito no alcanza a satisfacer esta demanda. El incremento del endeudamiento se refleja como pasivos en el balance de pagos. Nos hemos convertido en grandes y desbocados deudores”.[4]

Los volúmenes de producción habían caído muy por debajo de los niveles de consumo. Financiándose de la manera más fácil y peligrosa que puede dar lugar un sistema bancario moderno. La deuda pública se había incrementado en un 98 %. Y eso impactaba en las tasas que se requerían a las nuevas obligaciones. Diez años antes, los bonos corrientes al 4,2 % se negociaban a la par. En 1914 los bonos anualizados al 4 % se negociaban, en promedio al 83,07 % de su nominal.

“El gasto de los gobiernos provinciales crecía aún más que el del gobierno del imperio. Al no poderse recaudar suficientes fondos, eso convertía a la presión fiscal en la más alta, en relación a los demás países. Se continuaban colocando bonos para intentar obtener fondos, que se canalizaban hacia una economía con tendencias socializantes.

El gobierno empezó a hacerse cargo, bajo la forma de empresas públicas, de emprendimientos ya existentes y construyendo nuevas fábricas. En ninguna parte la tendencia era tan fuerte como en Austria. La idoneidad de sus administradores era inadecuada. No generaban ganancias y, por el contrario, requerían de permanentes y crecientes subsidios para cubrir sus déficits. Esto les obligaba a elevar aún más los impuestos y a la colocación de más bonos.

Los efectos negativos de estas estatizaciones se hacían más obvios en las grandes empresas, como la Compañía Ferroviaria Nacional.

Los problemas de esa empresa eran habitualmente explicados atribuyéndolos a condiciones especiales de la empresa y de las organizaciones gremiales.“[5]

Mises cita a quién, en su opinión es uno de los más exitosos industriales austríacos, Georg Gûnther, dedicado al acero y la minería. Este experto, luego de analizar la situación opina que el gran gasto de la compañía ferroviaria se debe al alto número de empleados y a la baja productividad individual.

Y concluye con un juicio lapidario:

“Esto también explica el pésimo estado de las finanzas públicas y el crecimiento de la deuda pública, el enorme incremento de la presión impositiva y las dificultades que traban el comercio y la producción, debido al defectuoso funcionamiento del sistema de transporte.”[6]

A esta altura de la descripción, creemos que el observador perspicaz ya empezara a encontrar importantes paralelismos con la marcha de algunas economías latinoamericanas. En el caso concreto de Argentina, los planes de crédito para vivienda y más recientemente, para la compra de automóviles, que paradójicamente, además de recibir asistencia financiera, son sobrecargados con una sobre alícuota de impuestos internos del 43 o del 100 % efectiva, ad valorem, indican un problema muy claro en el mercado crediticio. Se intenta impulsar el consumo muy por encima de la capacidad de ahorro. Eso provoca una falta de recursos genuinos para financiar esas operaciones. Aparentes recursos son generados, sin ningún respaldo a partir de emisión monetaria y se sigue impulsando la expansión crediticia a través de un sistema financiero que, para agravar la situación de insolvencia creciente, ha tenido que desprenderse de sus reservas de divisas, a favor del banco central. Lo que claramente debilita el respaldo de sus depósitos a la vista, muchos de ellos constituidos y a reembolsar en divisas.

La necesidad de recaudar para financiar la ineficiencia ha sido parcialmente cubierta, en esta economía con inflación descontrolada, por la vía, no solo del aumento de alícuotas, como en el caso de impuestos internos, sino del aumento de la presión tributaria, vía congelamiento de los mínimos no imponibles. Eso provoca la inclusión, dentro del universo de contribuyentes, de toda una gran masa anteriormente exceptuada. Asimismo, la imposibilidad de realizar ajustes por inflación impositivos termina convirtiendo al impuesto a las ganancias en un impuesto que también grava el volumen de operaciones y el patrimonio erosionado por la inflación. Con especial y mayor incidencia en empresas con sistemas de producción que requieren más tiempo y por ende mayor exposición de sus activos a la inflación. Como se sabe, y como muy bien ha explicado Bôhm Bawerk, los sistemas de producción más eficientes, o sea los que brindan mayor cantidad de producto por unidad de insumos, son precisamente los que requieren de una estructura de capital mayor y requieren además, de más tiempo. Eso condena a nuestros países y a todos los que pretendan aplicar este modelo a una paulatina desindustrialización.

La re-estatización de empresas, como el caso de la petrolera estatal y de la aerolínea de bandera, con la excusa de lograrse así una mejora en su gerenciamiento, han demostrado ser precisamente un camino inverso, generando enormes déficits que se pretenden cerrar con el otorgamiento de subsidios, que precisamente benefician a los sectores más prósperos en detrimento de los de menores ingresos.

La caída de la productividad de la economía de Austro-Hungría, estudiada por Mises, también estaba impulsada por el efecto del crecimiento del sector público:

“ Austria-Hungría producía menos que Europa del Este. Aunque el número de personas afectadas a actividades de producción privadas era menor que en los demás países, por el crecimiento del sector público, aún así, la ineficiencia que se notaba en la Compañía Ferroviaria Estatal, también se podía observar en el resto del gobierno nacional.[7]

Los aranceles proteccionistas sobre los granos y la prohibición a importar carne y otros productos generaban altos costos para los habitantes de las ciudades y una clase de pseudo empresarios que se veían beneficiados por estos subsidios. Todo esto en beneficio de un modelo productivo ineficiente que necesitaba de protección arancelaria para continuar. Obviamente que este no es el caso en Argentina, sino exáctamente a la inversa. Pero, a los efectos de generar un desequilibrio macroeconómico y problemas de sector externo, el efecto es igualmente dañino. En Argentina el sector primario no solo es eficiente, sino que conserva ventajas competitivas, aún luego de que se le expropia una parte sustancial de su producción con impuestos diferenciales y un tipo de cambio arbitrario e irreal, cuya administración depende de decisiones de funcionarios cuya transparencia es nula. La situación es claramente muy similar a la que disfrutan actualmente ciertos sectores industriales locales, protegidos con restricciones a las importaciones.

Lo mismo ocurría en Austria-Hungría:

“La situación en la industria no es mejor. El trabajador austriaco, (y lo mismo es verdad para el húngaro, en una extensión aún mayor), trabaja menos intensivamente que, por ejemplo, los alemanes, o aún los americanos. La actividad empresarial, de la cual existe solo una muy leve tendencia, es impedida a cada giro, por la legislatura, que ha convertido su  éxito en inhibir el desarrollo de grandes empresas en su principal destreza. Lo mencionado puede verse con evidencia en la descripción de la administración Koerber, que destacaba: “La protección de las empresas pequeñas, la cual es suprimida por esta nueva forma de vida económica, el impedimento de la especulación en la explotación de actividades de negocios ventajosas en todas direcciones, estos y otros intentos, cuya validez parcial no puede ser denegada, desde un punto de vista ético, han deteriorado la prosperidad de nuestra vida económica, en muchos casos, sin brindar ninguno de sus resultados deseados”.[8]

Del mismo modo que en la actualidad, lo que muchos años después Mises llamaría “la mentalidad anticapitalista” se había adueñado de la opinión pública. A nadie parecía preocuparle que el estado se erigiera en árbitro de la rentabilidad de casi cualquier actividad económica, legislando como un traje a medida, para expoliar a cada una de las actividades que podía mostrar ventajas competitivas, o derivar una ganancia de la asunción de riesgos extraordinarios, que como vemos, eran incrementados por el “riesgo político” que existe en un país cuyas decisiones macroeconómicas son arbitrarias, diferenciadas y caso por caso.

Aquí vemos de donde parece haber tomado la expresión:

“En 1912, un informe de la comisión económica para la “Casa de los Nobles”, (Cámara alta), concluyó que “el mejoramiento del espíritu empresarial y, con eso, la expansión de nuestra industria hacia adelante, deja mucho que desear, dado que un espíritu “anticapitalista”, no habiendo encontrado resistencia, se ha propagado con efecto ridículamente embrutecedor”.[9]

Como veremos en los párrafos que siguen, la misma existencia y continuidad del estado se apoyaba en que este estado de cosas se perpetuara. Se había evolucionado hacia una sociedad que vivía bajo el ampao irreal de lo que hoy llamaríamos un “estado de bienestar”, en el que tanto sus ingresos como su calidad de vida dependían de decisiones del estado, y del mantenimiento de un status quo que, como veremos, era imposible de garantizar. El papel del estado en el mantenimiento de esta situación forzada e insostenible era como el de un árbitro, que acomodaba a su gusto las reglas de juego.

“El granjero, el comerciante, el trabajador, y prácticamente todos los funcionarios públicos trabajaban y ganaban poco, sin embargo, ellos todavía deseaban vivir confortablemente, pero además, gastaban más de lo que las circunstancias les podían permitir. La frivolidad de Austríacos y Húngaros contrastaba abruptamente con la sobriedad de los europeos del oeste. Parecía haber muy poca consideración por el futuro, y nuevas deudas eran agregadas a las antiguas, tanto como se podían conseguir nuevos prestamistas.

Así llegamos al quid de la cuestión. Si el pago al contado hubiera sido lo corriente en los arreglos comerciales, hubiera sido imposible llegar a esta situación”[10]

Aquí Mises nos detalla el modo en que tal extensión del crédito, otorgado al consumo, a prácticamente todo los consumidores, hacía una masa que difícilmente hubiera podido alcanzarse como crédito comercial, direccionado a las empresas. Una porción más que sustancial del crédito para la agricultura, el desarrollo inmobiliario urbano y el comercio minorista se había canalizado al crédito al consumo, en cabeza de individuos asalariados, buena parte de ellos, funcionarios públicos que no podían ser despedidos, ya que contaban con estabilidad en el empleo garantizada. Y eran, por lo tanto garantizados por el estado, o sea sus administraciones comunales, provinciales, regionales o nacionales, el poder judicial, las empresas públicas, siendo evidente que la calificación solo se basaba en las referencias personales del deudor. Como norma, las oficinas encargadas de liquidar los sueldos se ocupaban de descontar las sumas para servir los intereses y amortizaciones, de modo tal que muy poco les quedaba para cobrar en efectivo, a una masa cada vez más creciente de asalariados. El riesgo de impago, por fallecimiento era cubierto por seguros, que por supuesto encarecían el crédito. Todo este sistema no era, además, liderado por prestamistas privados, sino por instituciones crediticias específicas, muchas de ellas basadas en vínculos mutuales. Incluso cita una, denominada “Primer institución financiera para funcionarios públicos”,  que captaba fondo del público, para financiar crédito al consumo a funcionarios y jubilados, que comprometían sus ingresos futuros, mediante sesión de créditos. Los títulos mediante los que captaban ahorro público, eran considrados de muy buena calidad, precisamente porque estaban garantizados, además por aseguradoras provinciales y nacionales e incluso, por el gobierno de Baja Austria.

La extensión de crédito y la nula calificación de los riesgos se agravaba porque los mismos funcionarios del gobierno eran los encargados de hacer cumplir un fárrago interminable de normas confusas e inabarcables, lo cual ponía al pequeño comerciante en las garras de la política y le hacía imposible operar al contado o de cualquier otra forma que no fuera extendiendo el crédito mucho más de lo razonable. Las hipotecas superaban claramente el valor de mercado de las propiedades cedidas en garantía.

Había una fuerte necesidad de aumentar las exportaciones para así poder financiar las importaciones imprescindibles.

No podemos más que sorprendernos ante las similitudes de lo que observamos actualmente en nuestra región. Los gobiernos parecen haber estudiado la lección, sino las consecuencias, y haberse preparado para montar un escenario de estado de bienestar, en base a la receta descripta. Las empresas no son calificadas crediticiamente en base a sus proyectos de inversión, que realmente no parecen interesar a los banqueros y financistas. El mercado de crédito está fuertemente parasitado por entidades que no necesitan generar rentabilidad ya que muchas de ellas son oficiales, o porque buena parte de sus fondos son tomados por el estado, que determina las normas bajo las cuales tomará el crédito, condicionando a su vez a la entidad a otorgar créditos al consumo, de diversas maneras, pero no en función a la capacidad de repago de los deudores. Como se puede ver, es el mismo caldo de cultivo para una crisis que reconoce los mismos orígenes comunes.

En un artículo originalmente publicado en Febrero de 1923, Mises nos hace una radiografía de lo que es un país tomado de rehén por las ideologías, que se apoderan, como grupos de choque, de ciertas ramas estratégicas de la actividad económica y ejercen un poder corporativo y antidemocrático. El paralelismo es escalofriante.

Tratando de caracterizar el problema austriaco, Mises cita al autor de una obra llamada “The Suicide of a Nation”, el Dr. Siegfried Strakosch. Y retrata la situación de su patria de la siguiente forma:

“Austria estaba sufriendo un problema fundamental: El dominio de la ideas socialistas. El dominio del Partido Social Demócrata, era irrestricto, pese a no tener mayoría ni entre la población ni parlamentaria; formalmente estaba en la oposición….

Ellos gobiernan porque tienen fuerzas armadas detrás de ellos, y porque en todo momento pueden imponer sus deseos sobre el pueblo, ya sea cerrando los medios de transporte o la provisión de energía. Mientras continúe este  invencible dominio, todo intento de poner el país nuevamente sobre sus pies va a fallar

El presupuesto no puede ser balanceado si las numerosas empresas públicas no son cerradas;  con sus billones de déficits, ellas frustran cualquier intento de poner en orden el presupuesto público.  Los socialdemócratas no permitirán que los ferrocarriles las fábicas de tabaco, o las empresas municipales, o las instituciones cooperativas sean manejadas por el sector privado. El día de ocho horas de trabajo no podría ser tocado ni siquiera si resultara claro que la industria no puede hacerse competitiva mientras se mantenga en vigencia.

Todo lo que la política económica del partido socialista logra es la imposición del capital, el cual se convierte en bienes de consumo y por lo tanto es devorado. El único remedio recomendado por la política fiscal de los social demócratas es la confiscación de la riqueza física de todo tipo, tanto como la confiscación de la moneda, el crédito externo, y los títulos valores. Consumir y destruir, ese es el objetivo final de su sabiduría.

“Tomaremos no solo el ingreso de las personas, sino mucho más”, decía Strakosch. “Consumiremos no solo el ingreso, sino la riqueza”….

El pensamiento demagógico sobre el presente solamente, no sobre el futuro”  [11]

Luego, Mises continúa citando a otro autor, René Stourm, historiador de la revolución francesa, quien describió magistralmente los principios detrás de la política fiscal jacobina:

“La actitud de los jacobinos en relación a las finanzas puede ser muy simplemente caracterizada por el agotamiento total de los recursos en el presente, a expensas del futuro. Ellos nunca se inquietaron por el devenir, manejando todos sus asuntos como si cada día fuera a ser el último. Esa aproximación distingue todas las acciones tomadas durante la revolución….

El papel moneda… inundó el país en cantidades siempre crecientes. La perspectiva de impedir una bancarrota nunca detuvo su accionar ni por un momento. Solo cuando el público se rehusó absolutamente a aceptar papel moneda de cualquier tipo y no importando a que tan bajo valor fuere, entonces la provisión de nuevos billetes se frenó.

Como puede verse en los párrafos previos, es tremendamente realista y claro el enfoque que exhibe el autor analizado. Y significa una durísima lección frente a quienes todavía se permiten creer en las buenas intenciones de estos programas socialistas, calcados de unos ya estruendosamente fracasados, y diseñados no ya para conducirnos a una sociedad de mayor desarrollo y prosperidad, sino a perpetuar la influencia política y la capacidad de detentar y conservar el gobierno de estas corrientes socializantes totalitarias y destructivas.

 

 

 

Bibliografía:

  • Cortés Conde Roberto. La expansión de la Economia Argentina entre 1870 y 1914 y el papel de la inmigración. In: Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, n°10, 1968. Numéro spécial consacré à l’Argentine. pp. 67-88. doi : 10.3406/carav.1968.1188 http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/carav_0008-0152_1968_num_10_1_1188
  • Mises, Ludwig Edler von. (1881 – 1973): “Monetary, fiscal and economic policy problems before, during and after the Great War”. Edited and with an introduction by Richard M. Ebeling. Indianápolis, In. USA. Liberty Fund Inc. 2012.

[1]  Cortés Conde Roberto: 1968.

[2] Mises: 2012: Cap. 29 Pag. 319. La traducción es mía.

[3] Mises: 2012: Cap. 9 Pag. 169. La traducción es mía.

[4] Mises: 2012: Cap. 9 Pag. 170. La traducción es mía.

[5] Mises: 2012: Cap. 9 Pag. 172 y 173. La traducción es mía.

[6] Mises: 2012: Cap. 9 Pag. 174. La traducción es mía.

[7] Mises: 2012: Cap. 9 Pag. 174. La traducción es mía.

[8] Mises: 2012: Cap. 9 Pag. 176. La traducción es mía.

 

[9] Mises: 2012: Cap. 9 Pag. 176. La traducción es mía.

 

[10] Mises: 2012: Cap. 9 Pag. 176. La traducción es mía.

 

[11] Mises: 2012: Cap. 21 Pag. 272 – 273. La traducción es mía.

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